Últimamente se está hablando mucho sobre las bacterias intestinales y sus efectos a nivel cerebral, ya que incluso en varias investigaciones han demostrado su relación con la enfermedad de Parkinson. Ahora, un estudio de la Universidad de Ohio ha encontrado que la flora bacteriana del intestino podría dar explicación a por qué unos niños son tan encantadores y curiosos y otros gastan tan mal carácter.

Según indica la investigación, estas bacterias intestinales podrían interactuar de alguna forma con las hormonas del estrés, provocando problemas físicos y de conducta en los más pequeños. Según Lisa Christian, autora principal del estudio, «hay una gran evidencia de que estas bacterias interactúan con las hormonas del estrés, las mismas que están implicadas en enfermedades crónicas como el asma o la obesidad. Si observamos el comportamiento de un niño, esto nos dará una idea aproximada de cómo reaccionan ante una situación estresante. Si sumamos este dato con un análisis de su microbioma intestinal, podemos llegar a identificar oportunidades con el fin de prevenir problemas de salud crónicos de forma precoz«.

Para desarrollar la investigación, los científicos analizaron el microbioma procedente de tractos intestinales de niños entre 18 y 27 meses, en los que pudieron detectar una conexión permanente entre sus bacterias intestinales y su conducta. También tuvieron en cuenta factores determinantes como la dieta, la lactancia materna o cómo nacieron, si fue con parto natural o mediante cesárea.

Por otro lado, Michael Bailey, coautor de la investigación, estudió muestras de las heces de 77 niños, mediante las que encontró una relación muy significativa entre la diversidad genética de su flora intestinal y una frecuencia mayor de comportamientos relacionados con un temperamento positivo, sociabilidad, impulsividad o curiosidad. Según declaraba en el estudio, «existe comunicación entre las bacterias intestinales y el cerebro, aunque aún no sabemos si es si el cerebro el que influencia a las bacterias o se produce al revés. Quizás los niños extrovertidos tienen menos hormonas del estrés que afectan a su intestino que aquellos más introvertidos. O puede que las bacterias ayuden a mitigar la producción de hormonas del estrés cuando el niño encuentra un nuevo estímulo. Incluso podría ser una combinación de ambos».

Fuente: sciencedaily.com

Redacción QUO