Prácticamente, desde que tenemos documentos escritos, existen testimonios que hablan de conflictos armados. Casi parece que la guerra forma parte indisoluble de la historia de la humanidad. Pero, ¿significa eso que nuestra especie tiene inclinación natural a ella? El antropólogo R. Brian Ferguson cree que no hay evidencias suficientes para pensar que el ánimo belicoso sea consustancial a nuestra naturaleza… aunque eso no significa que sea sencillo evitarlo.
Otros dos antropólogos llamados Steven LeBlanc y Katherine Register calcularon en un libro titulado Constant battles que, aproximadamente, un tercio de la humanidad habría muerto por causas violentas. Un dato así parece sugerir que la hipótesis de nuestra posible naturaleza guerrera es consistente.
Pero Ferguson matiza que ‘muerte violenta’ no es sinónimo de guerra. Que no se puede equiparar el asesinato individual, con la guerra como acto colectivo. Habría que preguntarse entonces cuándo se produjeron los primeros episodios bélicos.
Según el investigador, hay evidencias que sugieren que en en los territorios de Europa y Oriente Medio, los primeros episodios claramente bélicos se produjeron en torno al siglo IV adC. Pero no está tan claro lo que ocurrió en el resto del mundo.
A finales de 2015, se descubrió en Kenia una fosa común con 27 esqueletos, cuya antigüedad aproximada fue datada en unos 10.000 años. Todos ellos tenían signos de haber sufrido una muerte violenta, lo que implicaba que esta podía ser la evidencia más antigua conocida de un episodio bélico.
Ferguson, que ha estudiado este hallazgo, explica que es un descubrimiento insólito en lo referente a los restos arqueológicos africanos de aquella época. No existen más evidencias de actos violentos grupales en aquel período.
Tal y como explica el investigador, la guerra deja una serie de huellas físicas que, más tarde o más temprano, son descubiertas por los arqueólogos. Y las más antiguas conocidas pertenecen al período en el que los grupos humanos a pasan de ser nómadas y cazadores, a convertirse en agricultores y vivir deforma sedentarias.
A partir de ese momento trascendental, las huellas de episodios bélicos comienzan a ser más numerosas y evidentes. Pese a ello, Ferguson explica que hay períodos de miles de años que parecen estar libres de esa lacra.
Por todo ello, Ferguson cree que la guerra es fruto de una serie de condicionantes sociales, culturales y económicos que son difíciles de esquivar, pero que no hay evidencias para sostener que el espíritu belicoso es innato al ser humano. Más bien al revés, y esgrime como ejemplo de ello, el auge que los movimientos pacifistas tienen en el mundo desarrollado, y que crece década a década.
Fuente: ScienceAlert.
Vicente Fernández López