La clave está en la disipación del calor generado por nuestro metabolismo. Nuestras células, para vivir, oxidan nutrientes y producen un «exceso de calor» más que suficiente para mantener nuestra temperatura, por lo que tenemos que deshacernos de él emitiéndolo al exterior a través de la piel (mediante radiación, convección y conducción, como nos enseñaban en el instituto). Cuanto más próxima sea la temperatura exterior a la de nuestro cuerpo, más difícil tendremos expulsar ese calor generado, y mayor será nuestra sensación subjetiva de calor.
El problema es que, si no queremos morir de una hipertermia, nuestro cuerpo tendrá que ingeniárselas para disipar ese calor recurriendo a diversos mecanismos como, por ejemplo, el sudor. El sudor, al evaporarse, «roba» calor de nuestro cuerpo: lo curioso es que se evapora con distinta rapidez, y refrigera distinto, en función de la humedad ambiental. Por eso, a igual temperatura, sentimos más calor en la costa, donde la humedad es mucho mayor, que en la seca meseta castellana. Y por eso un baño a temperaturas de agua superiores a las de nuestro cuerpo puede llegar a ser letal, pues no tenemos absolutamente ninguna forma de deshacernos del calor generado por nuestro metabolismo.
*Pregunta realizada en Facebook por Ramón Mon.
Redacción QUO