Y así lo relata Ovidio en sus Metamorfosis. “Hermafrodito era hijo de Hermes y Afrodita, a quienes debe su nombre. Criado por las ninfas en los bosques del Ida de Frigia y dotado de una singular y extraordinaria belleza, un día se encontró a la ninfa de un lago de maravillosas aguas cerca de Caria, Salmacis, que se enamoró de él y se le insinuó. Hermafrodito, que desconocía lo que era el amor, la rechazó y se escondió. Pero luego, mientras se bañaba en las aguas del lago, Salmacis se arrojó al agua y abrazó con fuerza el cuerpo del joven mientras le pedía a los dioses que sus cuerpos no se separaran nunca. Generosas, las divinidades le concedieron su deseo y los unieron en un cuerpo que tiene la doble naturaleza masculina y femenina. Hermafrodito también obtuvo de los dioses un favor: todo aquel que se bañara en las aguas de ese lago perdería para siempre su virilidad.”

Si duermes, ten cuidado con la Luna
Recuerdas Hijo de la Luna, la canción del grupo Mecano? Pues bien, los amoríos de la Luna y sus deseos de ser madre se remontan a los orígenes de la cultura griega. De acuerdo con la tradición mitológica, Selene –la Luna–, hija según algunos de Hiperión y Tía, según otros del titán Palante o de Helio, era una mujer bellísima que recorría el cielo en un carro de plata del que tiraban dos corceles. La tradición nos cuenta que tuvo numerosos amores. Entre otros, amó al dios Pan, quien le regaló una manada de bueyes blancos, y al mismísimo Zeus; ella fue una conquista más del soberano del Olimpo. Con este último tuvo una hija, Pandia. Sin embargo, el más célebre de sus deseos fue tener entre sus brazos a Endimión, joven pastor o cazador de gran belleza que dormía en una gruta donde Selene una noche le encontró y se enamoró de él apasionadamente. Parece que el sueño de Endimión fue un regalo del dios Hipnos –el Sueño–, quien, enamorado de él, le había concedido el don de dormir con los ojos abiertos para que pudiesen mirar constantemente los de su amante. Según otros, era un don de Zeus, quien le concedió de este modo el derecho a decidir su propia muerte.
Sumido en un sueño eterno, pudo permanecer siempre joven. Y parece que es en ese estado en el que lo encontró Selene cuando se enamoró de él. Debió de ser, sin duda, un apasionado romance, pues fruto de esa unión nacieron cincuenta hijas. Así pues, no un hijo, como en la canción, sino cincuenta (sin duda eran otros tiempos), y además, sin tener que pedírselo a una gitana. Son los privilegios de los dioses.

Redacción QUO