¿Quién dijo que Obélix está gordo? Lo que pasa es que cayó dentro de la olla cuando era pequeño. ¿Se puede usar el lenguaje metafórico para mejorar el estado de ánimo de las personas? ¿Qué papel podría desempeñar el lenguaje en el envejecimiento saludable? ¿Pueden las metáforas ayudar en el aprendizaje de conceptos abstractos? Son interrogantes que continúan abiertos en los laboratorios, pero podrían empezar a tener respuesta a partir de una nueva investigación de la psicóloga Vicky Lai, profesora de la Universidad de Arizona. Su estudio, publicado en la revista Brain Research, analiza cómo y cuándo se activan las diferentes áreas del cerebro para comprender la metáfora y el lenguaje que usamos en cada momento.

Cuatro palabras por segundo

Por cada 20 palabras recurrimos a una metáfora (chistes, símbolos…). Y, aunque la comprensión del lenguaje es rápida, a una velocidad de cuatro palabras por segundo, entender su significado requiere un esfuerzo adicional por parte del cerebro. Algunos estudios de imágenes cerebrales con RMN funcional o IRMf ya habían mostrado que cuando escuchamos, por ejemplo, una expresión como ‘tuvo un día difícil’, se activan regiones del cerebro asociadas con la experiencia táctil, igual que se activan las áreas del gusto con frases como ‘¡es tan dulce!’ o las de la percepción motora y la planificación con verbos que incitan a una acción usados con un sentido metafórico.

En este último estudio, el equipo de Lai registró mediante ondas cerebrales patrones eléctricos en el cerebro cuando los participantes tenían delante metáforas con contenido de acción, como captar una idea o doblar las reglas. Al usar una palabra en dos contextos diferentes –por ejemplo, ‘el guardaespaldas dobló la vara’ y ‘la iglesia dobló las reglas’, la región sensomotora se activó casi de inmediato (200 milisegundos después de que el verbo apareciese en pantalla). Esta reacción no se dio cuando el verbo doblar, mencionado en la frase de la iglesia, fue reemplazado por otro sin sentido metafórico.

Las metáforas son una herramienta muy recurrente en las terapias de aceptación y compromiso. El trabajo de Lai, además de respaldar los hallazgos anteriores, proporciona una idea más clara de la importancia de las áreas motoras sensoriales del cerebro para la comprensión del lenguaje y ayudará a resolver algunos de sus enigmas. “Comprender cómo el cerebro se acerca a la complejidad del lenguaje nos permite comenzar a probar cómo afectaría a otros aspectos de la cognición”, concluye.

Fuente: Universidad de Arizona

Marian Benito