«No seas cabezota» es una frase que a todos nos han dicho alguna vez. Es un buen consejo, pero llega demasiado tarde para la mayoría de nosotros. Los humanos tenemos grandes cabezas desde hace cientos de miles de años, para faena de nuestras madres.

Nuestros cabezones nos os obligan a girarnos durante el parto, cosa que a veces da lugar a complicaciones, hacemos sufrir a nuestra madre y todo para tener una gran cerebro. Pero nuestra testa pone de su parte estrujándose todo lo posible con un mecanismo complejo que le permite pasar a través del canal del parto como si de una masa deformable y blanda se tratase.

Esta deformación craneal se conoce desde hace mucho tiempo, pero en un nuevo estudio, científicos de Francia y los Estados Unidos observaron cómo se producía exactamente en una máquina de resonancia magnética (RM) en 3D durante el parto. Las imágenes, publicadas en un estudio en PLOS One, muestran cómo los cráneos (y los cerebros) de siete fetos se aplastaron y deformaron durante el nacimiento para pasar a través del canal de parto. También dan pie a nuevas teorías sobre la forma en que nuestros cráneos cambian de forma a medida que nacemos.

image

Ami et al./PLOS One

El hallazgo más notable para los investigadores fue cuánto cambió el cráneo de cada bebé al pasar por el canal del parto. El cráneo de un feto no es un solo hueso como el de un adulto, sino que está compuesto por unas pocas secciones unidas por tejidos duros, llamadas suturas capaces de articular. Ello permite que el cráneo cambie de forma, deslizándose los huesos por encima y por debajo, de una manera parecida a las placas tectónicas.

Lo normal es que los cráneos de los bebés vuelvan a la normalidad poco después del nacimiento, pero los investigadores encontraron que dos de los siete bebés que estudiaron conservaron la forma apepinada por algún tiempo, aunque sin ningún efecto de salud observable.

Entender cómo el cráneo de un feto se desplaza durante el parto ayuda a explicar por qué es algo común que los recién nacidos tengan sangrado en los ojos y el cerebro. No suele ser perjudicial para el bebé y parece probable que las deformaciones que sufren sus cráneos no tengan sus efectos secundarios, pero es importante estudiarlo.

Se necesita hacer más trabajo para obtener datos suficientes para tener una estadística fiable, pero abre el camino para encontrar maneras de predecir si es probable que una futura madre tenga dificultades para dar a luz o si el feto podría estar en riesgo.

Esther Sánchez