Hemos cambiado el mundo muchas veces. Desde la construcción de ciudades y comunidades, hasta los cambios más pequeños en el propio hogar. Las personas influimos en el espacio que nos rodea, es un hecho. Benjamin Meagher, psicólogo social, argumenta que el espacio que las personas configuran también da forma al individuo y que la psicología social debe tener una visión que tenga en cuenta a las personas de su entorno. Pero no solamente a las personas.
Estar en un lugar determinado nos afecta, restringe o facilita dramáticamente las experiencias emocionales. No es lo mismo estar en un edificio tranquilo o moviéndote por una ciudad concurrida. Puede servir para aumentar nuestro sentido de conexión con los demás, por eso cambia nuestra relación al mudarnos con nuestro compañero e incluso puede aumentar nuestra productividad y rendimiento. «No existe el espacio neutral, vacío, donde quiera que esté, estás en un lugar particular que tiene un significado psicológico», dice Meagher.
Para los investigadores, esto significa que comprender el papel que desempeñan los diferentes lugares en la experiencia psicológica es un objetivo importante, ya que puede proporcionar información para diseñar mejor los entornos para promover el bienestar psicológico y una interacción social más positiva.
«Es hora de que los psicólogos salgan de la cabeza del individuo para considerar el contexto más amplio en el que tiene lugar la actividad psicológica», dice Meagher.
Gran parte de la investigación en psicología social y de la personalidad, y la psicología en general, analiza cómo nos sentimos y pensamos. También cómo reaccionamos ante situaciones específicas, pero Meagher sugiere que a menudo ignoramos una parte igualmente importante de la salud y la salud mental: nuestro entorno físico.
Sofá, sillón, chaise longue…
Un ejemplo que ofrece Meagher es el de las parejas en sus hogares. Si son aficionados al cine, habrán comprado un buen sofá y una pantalla grande; si lo que les gusta es la cocina, habrán invertido en una que les permita cocinar mucho y cómodamente. Los cambios que las parejas hace en sus hogares reflejan sus personalidades, pero también reforzarán esos rasgos.
Tener un hogar que refleje una identidad compartida y facilite actividades conjuntas puede ser bueno para la pareja, pero si sois personas muy diferentes, tratar de compartir el mismo espacio puede causar conflicto. Crear espacios propios puede ser una buena solución.
Más allá del hogar
Las investigaciones previas sobre residencias de estudiantes, hospitales y hogares para la tercera edad han demostrado que ciertos diseños influyen en la frecuencia con la que las personas interactúan entre ellas y en la sensación de pertenencia a esa comunidad.
Al comprender la ecología de la interacción social, los psicólogos pueden ayudar a los arquitectos, urbanistas, diseñadores de interiores y otros especialistas en campos aplicados a diseñar lugares que puedan promover un comportamiento más saludable y experiencias más positivas entre los ocupantes. Para hacerlo, es necesario estudiar qué patrones de interacciones están respaldados tipos particulares de diseño ambiental.
Esther Sánchez