¿Eres de los que miran los resultados de una quiniela sin haber jugado, simplemente por el placer de fantasear qué harías si te hubiese tocado? ¿Miras el móvil aun sabiendo que no habrá ningún mensaje de interés? ¿Te plantas frente a la televisión para asistir a una boda a la que no has sido invitado? Tranquilo. Tu cerebro funciona como el del común de los mortales. Curioso, entrometido y ávido de estímulos.
La información que nos llega actúa sobre el sistema de recompensa produciendo la misma dopamina en el cerebro que una cantidad de dinero o un plato que nos gusta. «Para el cerebro, la información es su propia recompensa, más allá de si es útil. Igual que a nuestro cerebro le gustan las calorías vacías de la comida chatarra, puede también sobrevalorar la información que nos hace sentir bien, aunque sea inservible. Es lo que se conoce como curiosidad ociosa», dice Ming Hsu, profesor de la Haas School of Business de la Universidad de California en Berkeley.
La investigación, que aparece en PNAS, demuestra que el cerebro lleva la información a la misma escala que, por ejemplo, una cantidad de dinero. Además, según sus autores, también sienta las bases para desentrañar la neurociencia que explicaría cómo consumimos la información, y quizás incluso la adicción digital. “Pudimos demostrar por primera vez la existencia de un código neuronal común para la curiosidad”, indica Hsu.
Se llama curiosidad ociosa
Son conclusiones que ayudan a percibir la curiosidad desde un nuevo prisma. Si hasta ahora para los economistas era un medio para un fin, es decir, una oportunidad valiosa para obtener una ventaja en la toma de decisiones, los psicólogos la consideran una motivación innata. Ponen el ejemplo de los fanáticos de los deportes cuando verifican las probabilidades en un juego, aunque no tengan la mínima intención de apostar.
La forma en que nuestros cerebros responden a la anticipación de una recompensa placentera parece razón importante por la que las personas den click a una imagen o a una noticia o arrimen su oreja a un cotilleo, por muy pueril que sea su contenido. «Igual que la comida chatarra, esta podría ser una situación donde los mecanismos de adaptación se explotan ahora que tenemos un acceso sin precedentes a curiosidades novedosas».
Marian Benito