La respuesta es política y económica. Brasil tiene el clima ideal para el cultivo de la caña de azúcar, y abundante mano de obra barata. En Estados Unidos, no obstante, los subsidios gubernamentales animan a los granjeros a cultivar más maíz, y la demanda de etanol no es tan alta como en Brasil, así que los cultivadores estadounidenses ganan más dinero cultivando caña para azúcar que para combustible.
Aún así, transformar la totalidad de la cosecha estadounidense de maíz en etanol solo satisfaría una quinta parte de las necesidades de combustible del país, y no dejaría prácticamente maíz para la alimentación animal o humana. Una solución mejor, dice Gregory McRae, profesor de ingeniería química en el Massachussets Institute of Technology, podría venir de la tecnología de transformación de la celulosa, que utiliza las enzimas de otras sustancias químicas para ablandar las rígidas fibras de las glumas del maíz, de la hierba e incluso de los árboles para desbloquear la energía adicional que contienen. Pero los científicos aún no han identificado las enzimas que pueden realizar esta tarea de forma barata y eficiente. «Es fácil comerse el maíz», dice McRae, «pero mascar una mazorca es duro».
Redacción QUO