La Alaskan Brewing Co. se ha puesto a pensar en verde de una forma bastante original. En lugar de buscar la reducción de emisiones en la energía eólica o solar, ha recurrido a una fuente muy querida y familiar: su propia cerveza. O, mejor dicho, sus desechos.

Este fabricante de cerveza con sede en Juneau (Alaska), ha instalado un sistema único de cocción que reduce radicalmente sus costes en combustible. Se trata de un horno de casi un millón y medio de euros que quema los residuos del proceso de fermentación y los convierte en vapor. Dicho vapor proporciona la energía energía para llevar a cabo la mayor parte del proceso de producción de la cerveza, con lo que el círculo se cierra. Los trabajadores de la compañía bromean con que ahora están sirviendo beer-powered beer (cerveza alimentada con cerveza).

Los expertos en cerveza de todo Estados Unidos se han preguntado durante décadas qué hacer con el grano que sobra tras la fabricación. La mayoría enviaban esos residuos a las granjas y ranchos cercanos para alimentar a los animales, ya que se trata de una gran fuente de proteínas. Pero desde 2011 sólo hay 37 granjas en el sureste de Alaska y 680 en todo el estado. A causa de esta disminución, qué hacer con el grano excedente se ha convertido en un auténtico problema.

La Alaskan Brewing Co. tuvo que recurrir a vender su grano en otros estados de los EEUU, lo que supuso un aumento de sus costes. Juneau es una de las dos capitales de estado estadounidenses a las que no se puede llegar por carretera (la otra es Honolulú) por lo que los gastos de envío para las empresas son especialmente altos. Al no haber caminos que lleven dentro o fuera de la ciudad, todo debe ser enviado por mar o por aire. Además, el grano de la cerveza es húmedo, lo que añade a este proceso otro coste previo a la exportación: el secado (enviar el grano húmedo estropearía el producto).

«Tenemos que ser más innovadores si seguimos queriendo hacer lo que hacemos dónde lo hacemos» dijo el cofundador de la compañía Geoff Larson.

La compañía apenas obtenía beneficios del grano que vendía. Recibían 45 € por cada tonelada que enviaban a otros países del subcontinente. A este precio había que sumarle los 22 € que les costaba mandarla. Las cuentas no salían, por lo que hace cuatro años, la compañía comenzó a pensar en cómo usar su grano en la fábrica, de tal forma que hiciese de fuente de energía renovable y redujera los costes al mismo tiempo.

Aunque en otros países del mundo algunas fábricas usaban el excedente de grano como fuente de combustible, lo hacían solo para acompañar otra fuente principal de energía. «Nadie estaba quemando grano como única fuerza que proporcionase energía al sistema, por ejemplo a una caldera a vapor», explica Brandon Smith, el jefe de ingenieros y operaciones de Alaskan Brewing Co.

Una vez el nuevo sistema esté completado y funcionando, lo que se calcula que será dentro de un mes, la empresa espera obtener un ahorro del 70%, que se traduce en unos 350.000 € al año. Cerveza alimentada con cerveza ¿puede haber algo mejor?.

Redacción QUO