Se trata de la llamada catedral de las Luces del Norte, un edificio cuyo campanario alcanza los 47 m de altura y cuya fachada, revestida de titanio, refleja las luces de la aurora boreal durante los largos períodos de oscuridad del invierno ártico. El interior del templo resulta igualmente espectacular gracias a una claraboya que permite que las luces del Ártico iluminen la parte posterior al altar y creen un ambiente único. La catedral tiene capacidad para albergar a 350 personas, y quiere ser un símbolo de la fusión entre la comunidad que la edificó y su entorno natural.

Redacción QUO