Emitir menos CO2. Esa fue la bandera. Las viejas bombillas detodos los hogares europeos se hicieron añicos para dar paso a una nueva hornada de lámparas de bajo consumo (LFC) con las que íbamos a poner un pequeño freno al acelerón del cambio climático. Los gobiernos hicieron campaña, el español distribuyó un millón de nuevas bombillas, lo que representaba un ahorro de 84 GWh anuales, equivalente al consumo de más de 21.500 hogares, y se evitaba la emisión de 33.500 toneladas de CO2 al año. Y bien, ahora que ya todos iluminamos nuestros hogares con las bombillas verdes, ¿es verdad que son altamente peligrosas?
Sus riesgos ya se plantearon cuando en 2007 el mundo las aceptó como las lamparas maravillosas: contienen mercurio, y el mercurio es altamente contaminante. Pero aquellas voces se silenciaron entre papeles protocolarios. Sin embargo, recientemente, un documental alemán ha destapado los trapos sucios. Bulb Fiction pone sobre la mesa las razones políticas y económicas que llevaron a prohibir las viejas bombillas, a pesar de que el perseguido mercurio ya estaba ahí. El riesgo comienza cuando estas bombillas se rompen y sus gases son inhalados; entonces, su contenido en mercurio supone un dardo difícil de esquivar.
Cuando la Unión Europea prohibió la venta de incandescentes, lo hizo basándose en que el 80% de la energía consumida se pierde en forma de calor, lo que provoca un exceso de gasto energético y de emisiones de CO2. La alternativa fueron las LFC, cuyo consumo es un 75% menor. Solo hay un problema: para funcionar necesitan mercurio. La UE fijó un máximo permitido por bombilla: 5 mg. ¿Es peligrosa esa cantidad? Sí. Basta un miligramo para contaminar mil litros de agua. Pero además, ni siquiera ese límite se controla adecuadamente.
Leticia Baselga, responsable de la Campaña Mercurio Cero, de Ecologistas en Acción, asegura que “la UE no ejerce ningún control sobre el mercurio; relega esta tarea a los fabricantes. Todas vienen de China, y allí este metal es barato.”
Mientras el cristal esté intacto no hay peligro, pero si se rompen… Una investigación realizada por el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley, señala que: “Si se aplica el sentido común al desechar una LCF rota, la exposición al mercurio equivale a un bocado de atún”. El dilema está en qué se entiende por “sentido común”.
Para no inhalar el mercurio, los consejos, si se rompe una de estas bombillas, van desde el uso de mascarilla y guantes hasta doble bolsa de plástico, entre otros.
Así, uno de los grandes problemas de las lámpara de bajo consumo es su tratamiento.
Una lámpara de bajo consumo ahorra hasta un 80% de electricidad solo si se usa más de cinco minutos
Parafraseando una ubicua publicidad, “O reciclas, o collejas”, según la UE “solo el 20% de las LCF se reciclan” (¡zas!, colleja) y lo que no es correctamente desechado en España, sería suficiente para volver no potables 5.000 millones de litros de agua… de los 6.768 que consumimos a diario. “El mercurio es muy tóxico”, confirma Baselga, “y no siempre se recicla correctamente. Las cajas de estas lámparas tienen un símbolo de un contenedor tachado: esto quiere decir que no deben tirarse a un contenedor normal.”
Las que sí se reciclan en España llegan a los más de 4.000 puntos de recogida, ubicados en supermercados y puntos limpios. Y esto es muy importante con estas lamparas, el recliclado es una necesidad. El tratamiento del mercurio en las LFC es muy complejo. Gran parte queda impregnado en el vidrio y este no puede ser vendido nuevamente hasta que no se extraigan los contaminantes.
La empresa que gestiona esta tarea en nuestro país es Ambilamp. David Horcajada, su portavoz, asegura: “Los procesos de reciclado se llevan a cabo bajo una atmósfera controlada. Se extrae el mercurio mediante ciclones (básicamente, una centrifugadora capaz de aspirar) y luego se enfría para ser almacenado en condiciones de seguridad”.
Tanto Greenpeace como Ecologistas en Acción coinciden en que nuestro país está muy por encima de la media europea, y es poco: “Nosotros reciclamos el 40% de las vendidas; el 60% restante, o no se recicla, o se hace de modo inadecuado”, explica Horcajada.
¿Qué hacer si se rompe una bombilla?
Los niños jugando, tú intentando cambiarla o un simple accidente: a cualquiera se le puede romper una bombilla. En ese caso, los expertos recomiendan primero abrir las ventanas, colocarse guantes y mascarilla. No utilizar escoba, ya que podría esparcir el mercurio; en su lugar, usa un trozo de cartón duro. Si tienes un recipiente con tapa metálica, pon todos los residuos en él. De lo contrario, usa dos bolsas de plástico y déjalas al aire libre. Si quedaran restos de vidrio u otras piezas, recógelos con cinta americana, para que se adhieran. Si los restos caen sobre una alfombra, se puede usar aspiradora, pero también hay que dejarla al aire libre.
Los antiguos termómetros contenían entre 100 y 600 veces más mercurio que una lámpara de bajo consumo
Juan Scaliter