José Luis García, portavoz de Greenpeace,afirma que “la sustitución da un ahorro neto de emisiones, y el beneficio ambiental es más positivo que negativo, aun con el tema del mercurio.” Aunque un estudio del Instituto Politécnico Rensselaer, dedicado a la investigación en calidad lumínica, asegura que solo las lámparas encendidas durante tres horas y que luego se apagan cinco minutos para volver a comenzar el ciclo duran el 100% de lo publicitado y son realmente eficaces.
Si los expertos reconocen la polémica, ¿por qué la Unión Europea aprobó el uso de las lamparas de bajo consumo? Antes de esta medida, la UE solicitó un informe. La encargada de realizarlo fue la empresa VITO, que convocó a 22 asesores, 14 de los cuales estaban vinculados a la industria lumínica. El resultado fue evaluado por el Comité Científico de Salud y Riesgos Ambientales (SCHER) de la UE, que realizó varias preguntas y sugerencias a los expertos, dos de ellas destacables.
La primera se refería al contenido máximo de mercurio, y se sugería que en lugar de los 4 miligramos propuestos (y que finalmente quedaron en 5 mg), se redujeran a 3 mg. La respuesta de VITO fue: “Debido a la gran cantidad de lámparas importadas ya, mantenemos los 4 mg que se han exigido”.
La segunda sugerencia del SCHR se refería también al mercurio: “El mercurio es una sustancia peligrosa, y liberarlo al ambiente debe estar prohibido”. La replica de VITO fue: “Prohibido es algo muy fuerte y fuera de contexto. Debería ser reformulado como evitado”.
Y así, con sutiles cursivas, la ley hizo que cambiáramos la luz de nuestras vidas.
¿Por qué ese interés? Un informe de la Unión Europea puede tener la respuesta: “Mientras la mayoría de las lámparas incandescentes se fabricaban en Europa, las LCF se producen en Asia (a menor precio)”.
La realidad es que finalmente la UE aprobó la ley… Y ahora, ¿qué hacemos?
Juan Scaliter