«La selección natural ha establecido diferentes niveles de paciencia para lidiar con los diferentes tipos de problemas específicos que tiene cada especie», ha contado Jeffrey R. Stevens, psicólogo comparativo de la Universidad de Nebraska-Lincoln (EEUU), tras publicar su investigación en la revista Proceedings of the Royal Society B.
Stevens y su equipo han estudiado por qué los chimpacés son capaces de esperar dos minutos cuando saben que van a obtener cinco uvas, y por qué un lémur negro, aunque sepa que hay una recompensa mayor esperándole, prefiere comerse las dos primeras que aparecen. Con este tipo de experimentos, el equipo de investigadores quiere saber exactamente para qué nos sirve la paciencia y por qué cada especie tiene un umbral propio.
Los psicólogos han observado el comportamiento de 13 especies de primates (desde las más grandes a las más reducidas) para comparar el autocontrol y la capacidad de obtener una «gratificación retardada». Y han descubierto que las especies de mayor tamaño, y mayor esperanza de vida tienen más capacidad para aguardar un momento de provecho.
La investigación apunta a que, al tener una menor masa corporal, el metabolismo es más rápido, y ello puede impulsarles a alimentarse cada menos tiempo, o sea, a esperar menos tiempo.
El record lo tienen los chimpancés, con dos minutos de aguante, mientras que los más ansiosos son los titís de cabeza blanca (Saguinus oedipus), que solo pueden esperar 8 segundos a obtener una recompensa. Pero Stevens y su equipo no han hallado ninguna relación entre la paciencia y las habilidades cognitivas o la complejidad de su organización social. Lo que sí ha constatado (porque ya se sabía) es que los animales que viven en grandes grupos sí desarrollan mayor paciencia, por razones obvias.
Es algo que ha extrañado a este equipo del Adaptive Decision Making Laboratory porque los humanos sí somos más pacientes cuanto mayor es nuestra formación académica, nuestro cociente intelectual y nuestra memoria de trabajo.
Redacción QUO