Casi todos nosotros balanceamos instintivamente los brazos cuando corremos pero, ¿por qué? Esa es la pregunta que se planteó Christopher Arellano, de la Universidad de Brown (EE.UU.), quien, para su sorpresa, no halló respuesta en ni uno de los escasos y contradictorios estudios publicados hasta la fecha. “Se sabía que el balanceo de brazos es importante para equilibrar el movimiento del balanceo de piernas. Pero no estaba claro cómo el movimiento superior del cuerpo afectaba al gasto metabólico”, asegura Arellano.
Los resultados de su investigación, publicados en The Journal of Experimental Biology, revelaron que la fuerza muscular que gastamos al colocar los brazos en posiciones inusuales produce un aumento del gasto energético.
Para desentrañar este ‘misterio’, Arellano y su tutor de tésis, Rodger Kram, seleccionaron a 13 corredores y compararon la energía que gastaban al correr con los brazos colocados en cuatro posiciones diferentes.
Primero, Arellano pidió a los atletas que corrieran como lo hacían habitualmente en una cinta durante siete minutos. Después se les pidió que repitiesen el mismo ejercicio, con la misma duración pero sin balanceo de brazos en tres posiciones distintas: con los brazos ligeramente detrás de la espalda, con los brazos cruzados sobre el pecho y con las manos en la cabeza («todos los corredores se quejaban de lo incómodo y cansado que resultaba este último ejercicio”, bromea Arellano).
Después de medir las tasas de consumo de oxígeno y la producción de dióxido de carbono de cada corredor en cada disciplina, Arellano y Kram calcularon las tasas metabólicas. Los resultados demostraron que al mover los brazos se utiliza un 3% menos de energía que al mantener las manos detrás de la espalda, un 9% menos que al cruzar los brazos sobre el pecho, y un 13% menos que al poner las manos en la cabeza.
Por otra parte, cuando analizaron los movimientos de hombro de los atletas, pudieron observar cómo los corredores compensaban la pérdida de energía ocasionada por la ausencia de balanceo con un aumento en la amplitud de rotación del torso.
Arellano asegura que «los brazos de los atletas pesan alrededor de un 10% del cuerpo por lo que si, hipotéticamente, no los tuviesen, podrían ahorrar un 10% del gasto metabólico en la carrera pero, al mismo tiempo, no tendrían ninguna masa para contrarrestar el balanceo de las piernas, lo que les dificultaría mantener el equilibrio”.
Redacción QUO