Hay cosas que no se olvidan nunca. Y la lengua materna parecer ser una de ellas. Así lo demuestra una investigación realizada por Sinc Lara Pierce, investigadora del departamento de Psicología de la Universidad McGill (Canadá), y cuyos resultados se han publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.

Dicho estudio ha corroborado que la exposición temprana a un idioma, provoca que se formen en el cerebro representaciones de los estímulos sonoros que componen el lenguaje, y que dichas representaciones neuronales persisten en el cerebro, incluso aunque esa lengua no haya vuelto a escucharse durante años.

Para llegar a esta conclusión la investigadora realizó un experimento en el que escaneó la actividad cerebral de tres grupos de niños: el primero formado por pequeños nacidos en China pero adoptados por familias francesas, y que llevaban años sin escuchar su lengua materna; el segundo, por críos que hablaban tanto chino como francés, y el tercero por niños que solo conocían el francés. Y el resultado fue que al escuchar hablar en chino, los niños del primer y segundo grupo mostraban una intensa actividad en el hemisferio izquierdo del cerebro, vinculado a la capacidad para descifrar una lengua. En cambio, los del tercer grupo solo la mostraban en el derecho, relacionado con la capacidad para interpretar los sonidos.

Las conclusiones que se extran de este estudio son dos. La primera, que los niños del tercer grupo, que no sabían hablar chino, no identificaban las palabras en este idioma como un lenguaje. Y la segunda, que los chavales del primer grupo, a pesar de llevar años sin escuchar su lengua materna, su cerebro conservaba la capacidad de identificarla. «Esto significa que las representaciones neuronales de los sonidos de un lenguaje persisten en el cerebro a lo largo del tiempo, incluso si el lenguaje no se ha escuchado o usado durante años», explicó la autora del estudio.

Redacción QUO