Buscaban la genialidad, la ruptura con todo, pero en poco tiempo las calles se atestaron de barbas decimonónicas, bicicletas vintage, vaqueros desgastados, pelos perfectamente desaliñados y zapatillas Converse. Todavía hoy, cuando la tribu parece extinguirse, las barbas no han dejado de crecer, y aumentan los urbanitas que, afanándose por ser diferentes y no seguir ninguna moda, han terminado siendo idénticos entre ellos. Visto un hipster, vistos todos. Con esto, matemáticos y genetistas han investigado el movimiento hipster hasta dar con las razones de su condena. Tres científicos lo han abordado desde distintas especialidades, y sus conclusiones explican mucho de cómo evolucionan las tribus rebeldes. El neurocientífico Jonathan Touboul ha desarrollado un teoría con la que resuelve el sinsentido.

En su empeño por ser distintos, los hipsters convergen en un colectivo gregario

El primer dato es que todo movimiento tiene su origen en la innovación, la singularidad. Comienza porque alguien quiere ser único. Pero entonces se disparan las imitaciones: ser “único” gusta, y los círculos cercanos de amigos se contagian. A partir de ahí, un individuo que aspire a ser diferente debería estar siempre en permanente cambio para mantener esa autenticidad. Requeriría una permanente renovación en su imagen. Un verdadero suplicio para cualquier persona. Pero esto no ocurre, por la misma razón que las ovejas no andan solas. Somos animalitos gregarios.

[image id=»68587″ data-caption=»Han estudiado los genes de un grupo de hipsters y han encontrado una particularidad en un gen, diferente al de otros grupos sociales. Esta diferencia, según el genetista Jean Weissenbach, les hace personas especialmente sensibles al arte.» share=»true» expand=»true» size=»S»]

El matemático Paul Smaldino, de la Universidad de California en Davis, ha desarrollado una fórmula que explica la evolución de cualquier tendencia social que empiece, como el fenómeno hipster, con una aspiración individualista y acabe en gregarismo.
Según Smaldino, uno empieza muy rebelde, pero con el tiempo esa rebeldía se lima y se adapta a la rebeldía del grupo. Somos más oveja que halcón, parece. El resultado es un colectivo que acaba siendo uniforme, con identidad propia a la que se van sumando cada vez más personas. Y todos comparten uniforme. El de los hipsters: barbas y camisas a cuadros.

En palabras del matemático: “Este proceso no se daría si hubiera solo unos pocos inconformistas (pues todos tenderían a diferenciarse entre sí). Sin embargo, al existir tantos, aquellos que pertenecen a una determinada subcultura se van percatando poco a poco de que hay muchas personas con sus mismos sentimientos y sus mismas ideas, y se juntan con ellas”.

Los muy radicales rompen la fórmula
El studio de Smaldino, publicado en la revista Royal Society Open Science, explica que solamente podrían librarse de este modelo matemático los individuos radicalmente convencionales y los radicalmente rebeldes, si bien es cierto que en las sociedades con mucha diversidad el esfuerzo para ser diferente es mucho mayor.
Ya lo anticipó el sociólogo Pierre Bourdieu hace unos años: “Cuando la minifalda llega a los barrios mineros franceses de Béthune, se parte de nuevo de cero”. Hoy, las barbas largas han tomado las calles de cualquier ciudad, así que ha llegado el momento de cortárselas para volver a ser diferentes. La cultura hipster parece, hasta aquí, herida de muerte; sin embargo, los incondicionales insisten en su singularidad. Cuando les clasifican, muchos sociólogos hablan de un grupo social brillante, con dotes especiales, fundamentalmente para el arte.

Localizado el gen hipster
Esa particularidad fue la que hizo al genetista francés Jean Weissenbach adentrarse en sus genes. Weissenbach ha analizado la secuencia genética de un centenar de hipsters y asegura que ha localizado en ellos una particularidad en un gen que se expresa con una serie de características que podrían hacer que los consideráramos “genios”. Según el genetista: “Encontramos una secuencia CAG-CAG que se repetía en un lugar del gen de un modo diferente al de la mayoría de la población”.

[image id=»68588″ data-caption=»Los fotógrafos holandeses Ari Versluis y Ellie Uyttenbroek salieron a la calle hace 20 años a capturar el street style de distintas ciudades. Hoy, sus conclusiones son que todos acabamos vistiendo igual. “Adoramos la belleza formal de la repetición.”» share=»true» expand=»true» size=»S»]

Y curiosamente, este gen está relacionado con un área del cerebro humano que ha sido ya muy estudiada: “Hay una correlación con un sobredesarrollo del área de Broca; por eso, los chicos conocidos como hipsters tienen una sensibilidad distinta que se manifiesta en su elocuencia y su gusto por la lectura, la poesía y el arte en general”.
Ser distintos genéticamente es, según Weissenbach, lo que les hace sentirse diferentes: “Es natural que se sientan excluidos; ellos saben que son excepciones, hombres y mujeres condicionados genéticamente a ver el mundo de manera distinta, su lenguaje, la forma en que se expresan, la manera en que escuchan la música… son únicos”.

Esa particularidad genética se expresa, por ejemplo, con una sensibilidad especial para crear, fotografiar, detectar músicos geniales y combinar colores de forma original.
Así que no es extraño que la filosofía de Hipsters From Spain (HPS) sea un proyecto que quiere formar cuerpo con arquitectos, diseñadores, blogueros y creativos especializados en música, arte, moda y comunicación. Todo ello, muy muy hipster.

Redacción QUO