El 17 de julio de 1975 la llamada guerra fría vivió una tegua temporal. Y el escenario de aquella moderna «pax romana» fue un terreno neutral: el espacio. Por primera vez en la historia, astronautas estadounidenses y cosmonautas soviéticos se fundieron en un amistoso apretón de manos con la inmensidad espacial como telón de fondo. Un instante que se inmortalizó en una foto histórica y del que ahora acaban de cumplirse cuarenta años.

Pero el orígen de este mítico encuentro espacial se remonta a tres años antes, al acuerdo que firmaron en 1972 los presidentes de ambos países, Richard Nixon y Alekséi Kosygin, para poner en marcha la misión conjunta Apolo-Soyuz. Por parte estadounidense fueron seleccionados tres astronautas (Thomas Stafford, Vance Brand y Deke Slayton) y por la soviética, dos (Alexei Leonov, una auténtica leyenda viviente por haber sido el primer hombre que realizó un paseo espacial, y Valeri Kubasov). Ambos equipos empezaron a conocerse durante el entrenamiento, que realizaron juntos en el Centro Espacial Johnson de Houston, y al término del mismo los americanos fueron invitados a visitar Moscú.

La aventura comenzó el 15 de julio de 1975. Ambas misiones fueron lanzadas con siete horas de diferencia y, dos días después, el 17 de julio, las naves soviética y americana por fin se acoplaron. Una maniobra que no fue nada sencilla y que tardó tres horas en completarse con éxito. Fue entonces cuando Thomas Stafford y Alexei Leonov protagonizaron su histórico apretón de manos a través de la escotilla de la Soyuz.

Los tres americanos y los dos rusos convivieron en el espacio durante cuarenta y cuatro horas. Puede parecer poco, pero resulta demasiado si pensamos que eran los representantes oficiales de dos naciones que en 1962 habían estado a un paso de enzarzarse en un conflcito nuclear. De cualquier forma, fue suficiente para que estrecharan lazos amistosos, hicieran experimentos conjuntos y se intercambiasen diversos regalos, entre ellos sus respectivas banderas y semillas que ambos grupos de astronautas plantaron en sus países al volver a la Tierra.

Hay historiadores que creen que aquel encuentro espacial fue algo más que un suceso anecdótico, y que en realidad fue uno de los primeros pasos que condujeron al fin de la guerra fría. Otros no son tan optimistas al analizarlo, y argumentan que Estados Unidos y la Unión Soviética todavía protagonizaron suficientes episodios conflictivos como para mantener al mundo en vilo. Sea como sea, lo cierto es que aquel 17 de julio de 1975, al mirar al cielo, los ciudadanos de este planeta tuvieron por primera vez una sensación de esperanza, al pensar que los que en teoría eran enemigos, también podían aprender a colaborar en la soledad y la inmensidad del espacio.

Redacción QUO