La idea es sencilla –explica Chris Fleming, de la Universidad de Sidney y autor del libro Conspiraciones modernas: la importancia de ser paranoicos – y se basa en utilizar la simple lógica de una fiesta sorpresa: cuanta más gente está involucrada, más probable es que el secreto se revele”.
Básicamente eso es lo que concluye un estudio publicado en PLOS One,que analiza la probabilidad de que la llegada del ser humano a la Luna, el cambio climático o las vacunas que provocan enfermedades, fueran una conspiración.
Su autor, el profesor de física de Oxford, David Robert Grimes, explica que cuantos más creyentes tiene una conspiración, más probable es su falsedad. “Para una conspiración de apenas unos miles de seguidores – señala Grimes – el fallo intrínseco se detectará en décadas. Si en cambio los creyentes llegan a los cientos de miles, se revelará en 5 años”.
Para crear una ecuación que determinara el tiempo de supervivencia de una conspiración, Grimes recurrió a Grimes recurrió a tres casos reales en los cuales un sujeto revelara un secreto. El primero fue el caso Snowden y su denuncia sobre la vigilancia de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA). El segundo es el conocido como Experimento Tuskegee (llamado así por la ciudad estadounidense en la que se realizó un estudio clínico, entre 1932 y 1972, para descubrir los efectos de no tratar la sífilis en afroamericanos). Este escándalo fue denunciado por el Dr. Peter Buxtun en 1972. Y por último, Grimes también utilizó el chivatazo del Dr. Frederic Whitehurst, quien señaló los métodos pseudocientíficos que utilizaba el FBI para detener, durante décadas y hasta condenar a muerte, a inocentes.
Con estos informes desarrolló una ecuación que tenía en cuenta diversos factores, como el número de conspiradores, la cantidad de tiempo que lleva activo el bulo, cuántas personas trabajan para el organismo implicado o la muerte, accidental o natural, de alguno de ellos.
En base a los resultados, pudo deducir que, para que una conspiración no encuentre pruebas fiables durante cinco años, el máximo número de creyentes debería ser 2.521. Uno más y el castillo de naipes de mentiras, se desmorona.

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De este modo, si el alunizaje hubiera sido una mentira del gobierno estadounidense, filmada por Stanley Kubrick, algún soplo se hubiera filtrado en menos de 4 años, teniendo en cuenta que en la Nasa trabajaban más de 400.000 personas en aquellos años.
El período es similar para los que creen que las vacunas no son seguras, ya que implicaría a cerca de medio millón de científicos y expertos de la OMS y del Centro para el Control de Enfermedades, CDC.
La única forma de que una conspiración sobreviva más de 20 años, es que solo crean en ella 628 personas, explican los resultados de Grimes. Y si quiere burlarse durante un siglo, sus seguidores no podrían ser más de 125.
¿Por qué se sigue creyendo en ellas pese a todo? Para Fleming tiene que ver con la seguridad: “Hay algo reconfortante acerca de las conspiraciones, para quienes creen en ellas, todo puede explicarse por la acción malintencionada de un grupo de humanos. De ese modo todo tiene sentido y puede ser explicado. Quienes creen en ellas, sienten que forman parte de un grupo que conoce la verdad mientras el resto de la humanidad camina por la vida como zombis”.

Juan Scaliter