Existe una leyenda popular que afirma que los aviones se deshacen de nuestras cacas lanzándolas desde el aire en pleno vuelo. Como habrás imaginado, no es cierta. Si bien hay costumbre en las playas españolas de esperar que un amable señor nos lance pelotas hinchables desde un helicóptero, no logro imaginarme a nadie esperando con ilusión en la orilla un baño de mierda (con perdón). Cualquier cuñado o mitómano que se precie te diría que estos se descomponen antes de llegar al suelo, pero tampoco imagino que seamos tan crueles como para castigar de esa forma a nuestros amigos los pajarillos.

Desterrado este mito, pasemos a conocer la realidad de cómo se deshace la tripulación de un avión de «nuestros marrones». En primer lugar hay que conocer la diferencia entre las «aguas grises» y las «aguas negras«. Las primeras son las que podemos encontrar en los lavabos de nuestras cocinas o baños. Las segundas, como su nombre indica, son algo más oscuras y malolientes ya que corresponden al tenebroso inodoro. Las aguas grises no se acumulan en ninguna parte, sino que se expulsan al exterior directamente a través de los denominados mástiles de drenaje, ubicados en la parte inferior de los aviones y fácilmente distinguibles ya que van rotulados con la palabra HOT (caliente). Este nombres se debe a que las aletas por donde pasa el agua son calentadas durante el vuelo para evitar que esta se congele y acabe taponando la salida.

Tu caca viaja a 200 kilómetros por hora

En el caso de las «aguas negras» la hazaña de deshacerse de ellas no es tan sencilla. Hasta hace poco, se utilizaba un inodoro basado en la solución química Racasán, un líquido de color azul que desintegraba y fulminaba las cacas en un santiamén. Cuando tiras de la cisterna en un inodoro de estos, una bomba impulsa el líquido azul desde un depósito instalado en el lavabo hasta la taza. Allí, lo expulsa para limpiar el interior y arrastrar consigo los fétidos deshechos. Una vez ha cogido ‘el regalito’ se lo lleva hasta el compartimento de donde salió, donde descomponía absolutamente todo.

Este sistema está en desuso debido a que en ocasiones había filtraciones. El líquido azul se escapaba por una grieta y acababa congelado formando una gran bola azul de hielo que entorpecía el buen funcionamiento. Además, uno de sus mayores inconvenientes es el peso que genera que cada baño tenga un determinado número de kilos de Racasán.

Según explican en este vídeo publicado por el Smitshonian, la nueva técnica es algo más ‘limpia’ y alivia bastante peso a la aeronave. Los inodoros que llevan ahora los aviones están basados en el vacío, ya sea mediante un generador o aprovechando la presión diferencial entre la cabina y el exterior para arrastrar los deshechos hasta un depósito general. Si tiras de la cadena en tu próximo viaje, verás como algo de agua brota en la taza, lo que ayuda a limpiar el interior y llevarse consigo lo que allí hayas dejado. Lo que sucede a continuación es muy similar a lanzarse por un tobogán en un parque acuático. Las heces viajan a 200 kilómetros por hora para llegar a espachurrarse contra un tanque donde se almacena junto con las de otros pasajeros.

El «camión de la miel»

Una vez el avión está en tierra firme, viene la hazaña de sacar todos esos excrementos de ahí. Es el momento estelar del honeytrucker (camionero de la miel), quien llevará a cabo la aventura de vaciar 870 litros de caca en su honey wagon (camión de la miel) en solo ocho minutos. Y eso porque ha sido un vuelo «tranquilo» (intestinalmente hablando) porque los depósitos de acero inoxidable del dulce camión pueden albergar hasta 3028 litros.

Su labor debe ser eficiente y rápida. El avión no puede volver a despegar si estos deshechos no han sido extraídos de su interior. Sin perder un segundo, el honeytrucker conecta su manguera gigante a la parte inferior del avión donde se encuentra el depósito con el material fecal y extrae el contenido, que recorre el penúltimo camino de su existencia hasta el honey wagon. Pero la cosa no termina aquí.

«Es un trabajo interesante, pero huele»

Como podemos ver en el vídeo del Smithsonian, una vez el honeytrucker ha terminado de cargar las cacas en su camión, se dirige hacia un gran desagüe donde la gravedad hará el resto. «Es un trabajo interesante, pero huele» explica Lothar Mally. No en vano su lema es «nunca te lleves trabajo a casa«.

Si quieres ver todo este proceso no te pierdas el vídeo:

[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=5rJvXXYBSSk[/youtube]

Fuente: designtaxi.com

Redacción QUO