La antiguedad de la Biblia es un tema que nunca ha estado del todo claro. Hasta la Edad Media, se creía firmemente que había sido escrita a la vez que ocurrían muchos de los acontecimientos que en ella se narraban. Esa idea cambió con los escolásticos, quienes propusieron que los libros más antiguos que la componen se escribieron tras la caída de Jesuralén en el año 586 adC, a manos del rey Nabucodonosor.
Pero, ahora, un nuevo estudio realizado por un equipo de la Universidad de Tel Aviv, apunta a que podrían ser aún más antiguos. Los investigadores analizaron fragmentos de cerámica con inscripciones bíblicas que fueron encontrados en las ruinas de la antigua ciudad cananea de Arad.
Para ello, usaron herramientas punteras de procesamiento de imagen para restaurar caracteres que habían sido borrados parcialmente de los fragmentos. Luego desarrollaron algoritmos para comparar y contrastar la forma de los caracteres hebreos antiguos, con el fin de identificar las caligrafías que parecían distintas. Una herramienta muy parecida a los algoritmos que utilizan las empresas tecnológicas para identificar una firma digital.
Y la conclusión a la que llegaron es que, aquellos textos, tenían una antiguedad que los databa, aproximadamente, en el año 600 adC y que, casi con total seguridad, habían sido escritos por al menos seis personas diferentes.»Si analizas los textos con detenimiento llegas a la conclusión de que todo el aparato del ejército era ilustrado, y podemos presumir que en el reino había un sistema educativo que permitió no sólo a los sacerdotes y escribas, sino a muchas otras personas ,poder leer y escribir», subraya Ariel Shaus, autor de esta investigación.
La existencia de un nivel de alfabetización tan elevado unos 600 años a.C. llevó a los investigadores a preguntarse si este hecho se puede relacionar con una posible primera versión escrita del Pentateuco e incluso de otros libros de los muchos que componen la Biblia. «Tenemos razones para creer que esta habilidad implicó la existencia de textos bíblicos puesto que hubo un público que podía apreciar estos escritos», argumenta Shaus.
Por supuesto, esta opinión no es compartida por todo el mundo académico. Al prestigioso arqueólogo Israel Finkelstein, por ejemplo, le cuesta creer que hubiera tanta gente en aquella época que supiera leer y escribir.
Redacción QUO