«Es tan mala que casi es buena», acostumbramos a decir los aficionados al cine cuando nos enfrentamos con algún bodrio cinematográfico memorable. Porque, hay varios tipos de aficionados. los llamados cinéfilos, que disfrutan solo de películas con pedigrí (Fellini, Hitchcok, Fritz lang…). Y los cinéfagos, que saben (o al menos presumimos de saber) apreciar en su justa medida una obra maestra como El gatopardo de Luchino Visconti, sin que eso nos impida disfrutartambién del visionado de una película de mamporros de Terence Hill y Bud Spencer o (peor aún) de un kaiju eiga (que traducido al español, es una película de monstruos japoneses).
Pero, ¿por qué hay tanta gente que se lo pasa bien viendo películas malas? En principio, un filme con actores de saldo, diálogos merluzos, y situaciones ridículas, debería provocar el rechazo de cualquier espectador con buen gusto. Pero, sucede precisamente lo contrario.
Para intentar echar un poco más de luz en este espinoso asunto, un equipo de especialistas del Max Planck Institute for Empirical Aesthetics, en Alemania, ha realizado un estudio sobre la materia, y ha llegado a curiosas conclusiones. La primera de ellas es que, la mayoría de las personas que disfrutan con el llamado cine basura, son gente con un nivel cultural medio-alto, y con una acusada capacidad par ala ironía y para reírse de (casi) todo.
Y ahí parece estar la clave del asunto. Según los autores del estudio, disfrutar con una mala película es una experiencia que permite dar rienda suelta al sentido del humor de la persona que la ve. Aunque también (y esa podría ser la conclusión «negativa» de la investigación), hay algo de esnobismo y de pose en esta actitud, ya que en ocasiones implícala intención de hacer ver que (culturalmente) se está de vuelta de todo.
¿Y no podría ser simplemente que algunas películas malas nos gustan tanto porque son (involuntariamente) muy divertidas?
Fuente: http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0304422X16300821
Vicente Fernández López