El llamado Hombre de Piltdown es uno de los mayores fraudes de la paleoantropología. Todo comenzó cuando en 1915, un investigador llamado Charles Dawson afirmó haber encontrado los restos de una nueva especie que podía ser (nada más y nada menos) que el mítico eslabón perdido entre simios y humanos.

Aquel descubrimiento fue aceptado alegremente por la comunidad científica del momento, y no fue hasta 1953, cuando por fin quedó bien claro que todo era una patraña. Comenzó entonces una caza de brujas con efectos retroactivos, tratando de identificar a los culpables del monetaje. Y, además del descubridor de los supuestos restos, personajes como el escritor Arthur Conan Doyle o el antropólogo Teilhard de Chardin, fueron considerados sospechosos de haber colaborado en su perpetración.

Pero, ahora, una nueva investigación realizada por equipo formado por expertos de las universidades de Liverpool, Londres, Cambridge y Canterbury, ha servido para limpiar de toda culpa los nombres de Doyle y Chardin, concluyendo que Dawson actuó en solitario.

Los investigadores han utilizado las más modernas técnicas para analizar los restos, confirmando que se utilizaron piezas procedentes de un orangután y de, al menos, dos esqueletos humanos. Por supuesto, los restos utilizados fueron manipulados para que parecieran mucho más antiguos.

Isabelle De Groote, de la Universidad John Moore de Liverpool, y una de las autoras del estudio, ha explicado que: “El modus operandi que se deduce del estudio de la manipulación de los restos, indica que fue hecha por una sola persona. Charles Dawson”.

Fuente: http://rsos.royalsocietypublishing.org/content/3/8/160328

Vicente Fernández López