Grenville es una localidad del estado de Carolina del Sur. Una típica población rural del este de Estados Unidos, de esas en las que casi nunca pasa nada. Hasta ahora. Desde hace casi un año, los niños están aterrorizados por unos misteriosos payasos que, supuestamente rondan por los bosques cercanos. Más de treinta pequeños afirman haber sido abordados por estos personajes que trataban de atraerlos ofreciéndoles caramelos y otros regalos. Las descripciones hechas por los niños no coinciden lo que significaría que, de ser ciertos estos sucesos, se trataría de varios payasos. O tal vez de uno solo que cambia de maquillaje y de vestimenta. Tan solo un adulto afirma haber visto a uno de estos misteriosos acosadores rondando por la linde de uno de los bosques. Las autoridades locales están desconcertadas porque, pese a haber realizado batidas, no han encontrado ningún rastro o indicio de la presencia de estos terroríficos payasos. Por eso, algunos especialistas sospechan que pueda tratarse de un caso de histeria colectiva que se ha propagado entre los habitantes más pequeños de la localidad.

Pero sean reales o no estos acosadores vestidos de payasos, lo cierto es que estos personajes despiden algo oscuro. En teoría, su función es hacer reír, pero son muchos los niños (y también los adultos) que sienten rechazo ante su presencia. ¿Cuál es la causa de este paradójico fenómeno? Ben Radford, autor de un estudio sobre la materia titulado Bad clowns, publicado por la Universidad de Nuevo México, asegura que la figura de un payaso sacada de su contexto habitual (un circo, una fiesta…) de ja de provocar un efecto cómico para convertirse en algo inquietante.

De una opinión similar es Kristin Kunkle, psicóloga de la Universidad de Columbia, quien asegura que las personas enmascaradas o con maquillajes muy extravagantes siempre resultan turbadoras. Según la especialista, la imagen de un payaso que no sonríe, transmite una tristeza atroz, pero la figura de alguien vestido de clown en un callejón alcanza ya un rango amenazador.

Probablemente, casos como el de John Gacy, un asesino en serie que trabajaba como payaso en fiestas infantiles, también han contribuido a la «mala fama» de este colectivo. De hecho existe clínicamente un tipo de fobia específica, llamado coulrofobia, para catalogar a las personas que sienten un miedo o un rechazo hacia estos personajes. Algo que es más habitual de lo que parece, tal y como han demostrado numerosas investigaciones, una de ellas realizada por la Universidad de Sheffield en 2008 y, según la cual, a los niños ingresados en hospitales les provoca ansiedad y estrés que haya retratos de payasos en las paredes de las habitaciones.

Así que, ya saben, para el próximo cumpleaños infantil mejor contraten a un monologuista. O, mejor, tampoco. Que muchos de estos también causan pavor.

Vicente Fernández López