Al igual que otras “habilidades”. El neurólogo húngaro István Winkler asegura que empezamos a saber cuándo emitir una respuesta ante otro hablante porque, de recién nacidos “detectamos repeticiones en el lenguaje, como el ritmo de una canción, diferenciamos ruido y sonido armónico, y percibimos el inicio y el final de un discurso”. Incluso algunas de las herramientas para identificar a gentes de nuestro grupo social vienen con nosotros. El psicolingüista francés Franck Ramus descubrió que los recién nacidos succionaban con distinta intensidad un chupete según escucharan frases en holandés o francés, menos si se reproducían al revés. No importa no entender. Lo que oímos de pequeños “se inscribe en la memoria inconsciente del niño, aunque no lo entienda y después, sobre los tres años, forja sus primeras escenas psíquicas” asegura Gallano. Incluso co­mienzan otras adaptaciones muy favorables con el tiempo. Winkler destaca que: “En bebés ciegos, gran parte del área cerebral destinada a procesar estímulos visuales se ve reclutada muy pronto para desarrollar tareas auditivas”. Una pericia innata para iniciar con fuerza esta larga y dura partida.

Redacción QUO