Su tono era ligeramente amarillo y se disolvía con facilidad en agua. William Perkin no había obtenido quinina, la sustancia que buscaba para tratar la malaria, sino el primer colorante sintético, el “malva de Perkin”. Lo descubrió en 1856 y dio lugar a una actividad tan floreciente que en 1862 ya había en Europa 29 empresas dedicadas a los colorantes.
Redacción QUO