El artista italiano Milo Manara, una de las últimas leyendas vivas del cómic erótico, era una de las estrellas más esperadas en la 37ª edición del Cómic Barcelona (antes llamado Salón del Cómic), que se ha celebrado este fin de semana en Barcelona. Aunque se le considera el mejor dibujante del mundo de la anatomía femenina, ahora se dedica, sobre todo, a la novela histórica en viñetas. ¿Qué ha ocurrido con el cómic erótico?

Muy de vez en cuando, todavía algún nostálgico se pasa por la editorial La Cúpula pidiendo ejemplares de Kiss Comix, una de las revistas eróticas más populares en España. Números atrasados, claro. La revista cerró en 2011 después de veinte años de sexo en viñetas. Hoy, la empresa sobrevive con otros proyectos, menos personal y los mismos apuros que el resto del mundo editorial.

Su editor, Emilio Bernárdez, admite de mala gana el ritmo y los nuevos usos que imponen las tecnologías. “Internet ofrece un modo de consumir sexo rápido, furtivo y gratuito. Cualquier día nos veremos practicándolo con un robot”, refunfuña. Como si a estas alturas algo le pudiera aún sorprender. Junto a Emilio trabajan en este momento dos figuras del género, Manolo Carot Man y Rubén del Rincón, en un proyecto sin ningún contenido sexual: ‘El boxeador’. Ellos continúan la conversación. “Ha sido el modo de reinventarnos y de dar forma al talento. El cómic erótico no debería haberse visto como adversario, sino como una alternativa a los excesos de la pornografía y a su simpleza mental”, indica Man.

DIBUJOS DE CULTO. El Palacio de Bellas Artes de Bruselas reunió en 2009 una colección de obras de cuatro mitos del cómic erótico: Guido Crepax, Jean-Claude Forest, Paul Cuvelier y Guy Peellaert.

Tanto uno como otro asumieron el reto de crear viñetas creativas y rompedoras, donde se advirtiese un trabajo intelectual pero sin que perdiera fuerza el tono carnal o lascivo. Así nació Universitarias, un cómic donde sus voluptuosas protagonistas utilizan sus armas de seducción para sacar adelante su vida estudiantil.

Sexo para gozar en un silloncito confortable

Sexo divertido, pero con historias. De esas para gozar, como dice el dibujante Luis Royo en la portada de Prohibited Book, «en un rincón tranquilo y un silloncito confortable y blando. También sirve una cama con sábanas llenas de pliegues». Puede que la pornografía haya tumbado al cómic, pero es un producto sin argumento. «A los personajes no se les dota de ningún matiz, no se desarrollan. El cómic erótico exige esfuerzo intelectual por parte del autor y esto obliga al lector a excitarse desde la fantasía y el cerebro. Va mucho más allá del sexo explícito», explica Rubén.

Hace un tiempo se anunció la retirada del mítico guionista Alan Moore. Y, esa vez, la decisión sí fue definitiva. «Creo que he hecho suficiente por los cómics. Si tuviera que seguir trabajando en ello, inevitablemente las ideas sufrirían», dijo el guionista de Watchmen, V de Vendetta o Lost Girls. Este último fue un cómic que realizó junto a la artista Melinda Gebbie con la idea de ofrecer una obra erótica diferente y elevar el género de la pornografía.

A lo largo de su carrera, Moore ha expresado reiteradamente el bochorno que le provoca que el único género que trata el tema del sexo y de la imaginación sexual, refiriéndose sobre todo al cine, sea algo mugriento, que se disfruta en secreto y sin unos estándares mínimos de calidad. «Nos da la impresión de que nuestra cultura produce un tipo de pornografía bastante exagerada y perturbadora. Una pornografía que resulta visual, moral y políticamente impresentable. Carece incluso de los requisitos mínimos que uno esperaría encontrar en una novela mal escrita».

El mundo del comic vive en permanente ciclo de represión/liberación

Lost Girls utilizó como protagonistas a tres personajes sacados de historias infantiles populares: Dorothy, de El Mago de Oz; Alicia, de Alicia en el País de las Maravillas; y Wendy, de Peter Pan. Los autores pensaron en estos personajes como metáfora brillante del descubrimiento de ese nuevo mundo en el que nos vemos inmersos cuando descubrimos la sexualidad. El cómic tuvo muy buena acogida.

Penguin Random House recopiló no hace mucho en un volumen la Tetralogía de Baba Yaga sobre el icónico personaje de Valentina, del dibujante Guido Crepax. Se compone de cuatro historias que tienen como protagonista a una bella fotógrafa de pelo corto y negro que se enfrenta a la malvada Baba Yaga, una bruja inspirada en el folklore ruso. Publicada en los años setenta, hay fetichismo, muñecas e incluso vudú para excitar al lector.

Ocuparon puesto de honor en el quiosco

Pero por más que uno busque en librerías, quioscos o páginas web resulta difícil encontrar un cómic para adultos reciente o a alguien que apueste por este género. ¿Qué está pasando con el cómic erótico? Bernárdez recuerda con nostalgia aquellos años de ventas masivas. Cada número de Kiss Comix era un acierto. «Paseaba por los quioscos de Las Ramblas y me llamaba la atención la actitud de nuestros lectores. Solían ir en parejas, casi siempre jóvenes, pero siempre era la mujer la que acababa pidiéndolo». Al principio los cómics se mantenían escondidos. Enseguida las cosas cambiaron y se tomaron como un arte merecedor de un lugar visible, junto a El Víbora y El Jueves.

Emilio Bernárdez seleccionaba lo mejor de acuerdo con sus parámetros de calidad, pero también siguiendo las opiniones que los lectores le enviaban a través de los correos y encuestas: «Hemos ayudado a normalizar la sexualidad en un momento en que todo era tabú y misterio. Además, el término erótico alivia la carga peyorativa de la pornografía. El cómic tiene que transpirar sexo, ganas de darse a la lujuria, pero sin rayar en lo soez y respetando ciertos criterios, como la igualdad de sexo o el consentimiento en ciertas prácticas».

Cortina de tufo puritano

Aunque resulta complicado poner cortapisas para ser políticamente correctos, el cómic erótico descarta violaciones, vejaciones a la mujer, conductas homófobas y cualquier tipo de maltrato. Kiss Comix cuidó el contenido, pero también la forma. El fondo de la portada siempre fue blanco, y el logo amarillo y rojo. Y así es como la erótica del cómic fue evolucionando, tanto en España como en Francia, Italia o Inglaterra hacia una expresión de arte hedonista más que de provocación política.

El último revés lo sufrió en el Salón del Cómic, en Barcelona, cuando se retiraron algunas viñetas de la obra ‘Hedor se escribe con H’ en las que aparecía una escena de sexo oral. Sus autoras, Libertad Ballester y Gabriela Pavinsky, denunciaron en las redes sociales la existencia de una cortina de tufo puritano: «La sociedad no está preparada para ella misma. ¿Por qué creen que una imagen explícita de un genital puede dañar la sensibilidad de un niño y que el disfraz de látex apretado de Cat Woman sí es material apto?», preguntaban.

El dibujante Victor Puchalski, premio Injuve, fue también censurado por una composición de penes. La dirección consideró que estas creaciones podían «herir por su connotación pornográfica». El artista Miki Montlló, a quien le apartaron algunos de sus desnudos durante unas horas, nos manifiesta su malestar: «Aunque tendemos a pensar que nuestra sociedad es muy abierta, el mundo del cómic vive en un permanente ciclo de represión y liberación, moviéndose en ambas direcciones».

Frente a los excesos de la pornografía, el cómic exige sutileza y ciertos límites en sus contenidos

¿Y entonces? Bernárdez es claro al entonar la cantinela de la hipócrita doble moral. «Aparte de la competencia digital, que ha sido brutal, existe aún cierto sentimiento de culpabilidad y de vergüenza en estas cosas. Pero el deseo y la necesidad siguen ahí». Milo Manara se ha reinventado con el dibujo. No es cómic, pero al menos le permite seguir personificando la femineidad impulsiva y libre. Y, sobre todo, porque, como dice Alan Moore, «lo que los humanos hacen cuando no ponen sus energías en el sexo es matarse unos a otros».

B.B., la eterna musa

Milo Manara, historietista erótico italiano y autor de las imágenes más sugerentes de la historia del cómic, dibujó en 2016 a Brigitte Bardot en 25 acuarelas en una colección que tituló ‘Y Milo crea a la Bardot’. Lo hizo según los cánones actuales: menos curvas, pómulos marcados y una figura más larguirucha que la de la actriz. La cotización más alta, 35.090 euros, se la llevó un desnudo integral de B.B., sentada de perfil en el suelo y con las rodilllas plegadas y envueltas por los brazos. Brigitte transformó la visión de la mujer de Manara e inspiró sus primeras obras dedicadas a la ninfomanía. Ahora ha autorizado al artista a usar su imagen en esta nueva etapa creativa.

Inspirada en sí misma

Giovanna Casotto, italiana, orientó su talento desde muy joven a la creación de relatos cargados de erotismo e ironía. Llegó a publicar en revistas italianas, como Selen y Blue, en la británica Desire y en la española Kiss Comix, entre otras muchas. Sus ilustraciones se inspiran en ella misma, sus propias formas anatómicas y su exuberancia. Trató de mantenerse siempre al margen de cualquier estereotipo soez, pero sin olvidar su tono pícaro en cada una de sus creaciones. Sus ilustraciones y también su trabajo fotográfico han recorrido las principales ciudades del mundo con exposiciones en las que plasma su dibujo, muy particular, y su imaginario sexual. Utiliza sus obras para recrear los encuentros clandestinos de la mujer casada, escarceos amorosos llenos de morbo y sesiones de sexo con absoluto desenfreno y ajenas a las convenciones de la virtud pública.

Redacción QUO