La pérdida de una mascota es un gran mazazo para cualquier ser humano que quiere, respeta y valora la convivencia con animales. Pero, según ha descubierto una investigación realizada por Joshua Russell, profesor de estudios ambientales en Canisius College (Buffalo, Nueva York), para los niños puede llegar a ser devastadora.
¿La razón? Los más pequeños de la casa son los que ven a sus animales como sus mejores amigos. Además, según Rusell son «los que se ven a sí mismos como el centro de afectos de su mascota«, con la consecuente responsabilidad que eso conlleva. Para muestra, un botón. Según un niño de 13 años que participó en la investigación, cuando su gato murió hace dos años sintió «que su vida había acabado». Rusell afirma que los niños «describen a sus mascotas como hermanos o mejores amigos a los que les une conexiones muy fuertes».
Para llegar a estas conclusiones, el investigador pidió a doce niños de entre seis y trece años que manifestasen cómo se sentían al afrontar la muerte de los animales, incluyendo el fallecimiento de sus propias mascotas.
A pesar de que algunos de los niños afirmaron que la muerte de sus amigos peludos fue realmente devastadora y les afectó durante un tiempo prolongado, otros reconocieron que eran capaces de aceptar con calma la situación. Por ejemplo, una niña de 11 años que había perdido a su conejillo de indias, explicó estar triste y molesta por el hecho, pero tranquila dado que su mascota había disfrutado de una buena vida y que aceptaba que le había llegado el momento de morir.
Fuente: livescience.com
Redacción QUO