El caballero oscuro, en la que interpretaba al Joker, fue la última película de Heath Ledger. El actor falleció en 2008 a causa (según el informe oficial) de una sobredosis accidental de medicamentos contra la ansiedad. Pero, paralelamente, comenzó a circular una teoría alternativa que fue creciendo cada vez más con el paso del tiempo.

Heath tenía fama de ser un actor excesivamente perfeccionista, que se metía a fondo en sus papeles. Por eso, según dicha hipótesis, interpretar a un personaje tan siniestro y sombrío como el Joker, pudo causarle una depresión que acabó conduciéndole al suicidio. Fue así como comenzó a hablarse de la supuesta «maldición del Joker».

Dicha teoría ha sido ahora recogida por un documental titulado I am Heath. Pero, tras su estreno, la hermana del actor, Kate, asegura que nada de eso es cierto. Según relata, Heath estaba encantado de interpretar a ese personaje, y el rodaje no le provocó ningún trastorno psicológico o emocional.

De todas formas (y aunque en el caso de Heath Ledger no haya sido así), no está de más recordar que hay actores tan perfeccionistas que si que han sufrido serios trastornos mentales por meterse demasiado en la piel de un personaje. Es el caso, por ejemplo de Daniel Day-Lewis quien, a principios de los años 90, tuvo que ser ingresado en una clínica de reposo por el coste emocional que le supuso interpretar a Hamlet en más de cien funciones teatrales. Llegó a identificarse tanto con el personaje que, en su última representación, cuando el actor que interpretaba al fantasma de su padre salió del escenario, Daniel se fue detrás suya creyendo por un instante que era el príncipe de Dinamarca. Lo que motivó su ingreso hospitalario.

Más extremo fue lo que le sucedió a Bela Lugosi, quien fue el primer actor que interpretó a Drácula en la pantalla. Hizo tantas veces de vampiro que llegó un momento en que su cerebro (afectado también por su adicción al alcohol y la morfina) no supo diferenciar la realidad de la ficción. Bela pasó sus últimos años durmiendo en un ataúd acolchado.

O Johnny Weissmuller, el inolvidable Tarzán, que acabó su vida en un sanatorio afirmando que era el auténtico rey de los monos.

Vicente Fernández López