En 1900, unos buceadores que buscaban esponjas en la costa de la isla griega de Anticitera, descubrieron los restos de una antigua galera romana de la que se extrajeron piezas de gran valor arqueológico. Pero no fue hasta dos años después, en 1902, cuando un arqueólogo del Museo de Atenas, reparó que algunas de aquellas piezas parecían fragmentos de un engranaje. Fue así como se descubrió el llamado mecanismo de Anticitera.
Se trata de un complejo dispositivo de relojería compuesto por treinta engranajes, y cuya antigüedad ha sido datada alrededor del año 150 adC. Pero, ¿para qué servía? Las numerosas investigaciones realizadas han revelado que servía para detectar las posiciones astronómicas y calcular los eclipses con hasta diecinueve años de antelación. También se cree que podía usarse para calcular la fecha de los Juegos Olímpicos.
La complejidad del mecanismo ha hecho que sea considerado como la primera calculadora de la historia. Y también ha provocado que en algunos momentos se dudase de su autenticidad.
Todo apunta a que el mecanismo es de origen griego, pero que los romanos se apropiaron de él con la intención de llevarlo a la capital del imperio, para celebrar los triunfos de Julio César. Aunque nunca llegó a su destino y acabó en el fondo del mar.
Vicente Fernández López
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