El Manuscrito de la espada es un texto legendario escrito hace unos 500 años, y cuya autoría se suele atribuir a Yamamoto Kunsuke, un samurái de la primera mitad del 1.500. El texto fue traducido recientemente al japonés contemporáneo, y ahora va a ser publicado por primera vez en inglés. El gran valor de este documento es que revela cuáles eran algunas de las más sofisticadas y desconocidas técnicas que los guerreros japoneses empleaban en el combate.
Así, el autor explica un método eficaz para dejar ciego a cualquier enemigo. Dice que es necesario coger un huevo, abrir un agujero en la cáscara para vaciar su contenido y, luego, rellenarlo con pimienta roja. Una vez terminada la tarea, se envolvía en papel y el samurái contaba así con una especie de «bomba de mano», que tan solo tenía que arrojar a la cara de su rival, para privarle del sentido de la vista.
También se explica como fabricar otra bomba muy similar, pero usando en este caso veneno de mamushi (un tipo de serpiente conocido como mocasín japonés), mezclado con estiércol de caballo. Al parecer, el resultado de tan vomitiva mezcla podía hacer perder el sentido a una persona.
Y, en el caso de tener que librar una batalla en una noche sin luna llena, el manuscrito recomienda al guerrero apostarse encuclillas e inmóvil en el campo de batalla, a la espera de que el enemigo se acerque desprevenidamente.
Los samuráis fueron una casta de guerreros de élite que se consolidaron a lo largo del siglo X, y que desaparecieron a finales del siglo XIX. Comenzaron luchando con tipo de espada recta llamada shokuto que, posteriormente, evolucionó hasta convertirse en las famosas katanas. Otra de sus armas preferidas era el yumi, un tipo de arco largo que manejaban con gran pericia, incluso montados a caballo.
Los samuráis se han hecho también legendarios por su estricto código de honor (el Bushido), que les imponía incluso quitarse la vida mediante un ritual llamado sepukku. Ese suicidio se dividía en dos actos: el hara-kiri, mediante el cual el samurái se abría el abdomen con su espada; y el dai-kubu, un golpe de gracia que le propinaba un ayudante (que recibía el nombre de kaikashunin) para ahorrarle una larga y dolorosa agonía.
Vicente Fernández López