El test para saber si la incapacidad para concebir era culpa del hombre o de la mujer era el siguiente: tomar orina de ambos miembros de la pareja y dejarla en un recipiente durante diez días. Después de ese plazo, el recipiente que tuviera gusanos señalaba el culpable de la infertilidad.
Este uno de los rudimentarios procedimientos con los que se abordaba el tema de la infertilidad en la Edad Media. Es precisamente el campo de estudio de Catherine Rider, investigadora en la Universidad de Exeter. Rider también señala que, contrariamente a lo que se podría pensar, los tratados de la época ponían el foco en el hombre como causante de la incapacidad de una pareja para concebir.
Un capítulo interesante es de los remedios que se proporcionaban para hacer frente a esta situación. Uno de los más populares eran…los testículos, en este caso de cerdo. Se debían secar, colocar en un cáliz y mezclar con vino. Y posteriormente ingerirlos, obviamente.
Los hallazgos de Rider, que se publican en la revista Social History of Medicine se basan en gran parte en uno de los libros de ginecología más populares de la época, la Trotula. Es en esta obra donde se hace hincapié en la posibilidad de que el hombre sea el causante de la infertilidad y va más allá, ofreciendo una suerte de causas fisiológicas como “falta de humedad espermática” o “testículos demasiado fríos”.
Redacción QUO