Parece impensable llevar a los niños a la playa y no dejarles jugar en la arena. Cavar hoyos con los típicos cubo y pala suele ser una de sus distracciones preferidas, pero pocas personas suelen tener en cuenta que se trata de una actividad que puede resultar muy peligrosa. Tanto, que puede llegar a ser mortal.
Un estudio realizado en 2007 por especialistas del Harvard Medical School, en Boston, y cuyos resultados se publicaron en The New England Journal of Medicine, analizó un total de 52 incidentes acaecidos en playas de Estados Unidos y Australia, en los que otras tantas personas quedaron sepultadas bajo la arena mientras excavaban un hoyo.
La mayoría de las víctimas fueron niños de entre seis y doce años de edad, 31 de los cuales fallecieron asfixiados. Afortunadamente, el resto pudieron ser rescatados con vida. En España, el último caso similar se produjo en 2010, y causó la muerte de un niño suizo en una playa de Castelló d’Empúries.
Cada año, la Cruz Roja española avisa del riesgo de esta práctica, y de no dejar que los niños la realicen fuera de la vista de los adultos. Y es que uno de los mayores riesgos es que nadie vea el derrumbamiento porque, cuando sucede, la arena suele borrar el rastro de donde estaban jugando los pequeños. Eso dificulta localizar con rapidez el lugar donde han quedado enterrados, lo que puede impedir que el rescate se produzca a tiempo.
Pero el de derrumbe no es el único peligro que acecha al cavar hoyos en la arena. Según Cruz Roja, existe también el riesgo de pincharse o cortarse con jeringuillas, latas oxidadas, y otros residuos peligrosos que puedan estar enterrados.
Vicente Fernández López