La crisis relacionada con el consumo de opioides que se vive en Estados Unidos, ha servido para situar en el primer plano de la actualidad al Kratom. Se trata de una planta de la familia de las rubiáceas (a la que también pertenece el café) cuyo nombre científico es Mitragyna speciosa, procedente de Indochina y Malasia, y que tiene efectos psicoactivos.

Su uso es habitual en el sudeste asiático, y se está generalizando cada vez más en occidente, por su supuestos efectos saludables. Se dice que ayuda a aliviar el dolor. Sus defensores alegan, además, que esta planta anula el receptor opioide kappa del cerebro, lo que significa que aunque se consuma más cantidad su efecto sigue siendo el mismo, lo que evita que tenga un potencial adictivo alto.

Y es precisamente por esa propiedad antiadictiva, por lo que cada vez más gente la está usando en Estados Unidos como tratamiento alternativo para el dolor, evitando consumir opioides tradicionales. Pero las cosas podrían no ser tan perfectas como pudieran parecer en un primer momento.

La Agencia Antidroga de EE UU asegura que que, en el fondo, el Kratom es un opioide más, ya que dos de sus ingredientes activos (mitragyna y 7-hydroxymitragynine) producen efectos muy similares a los de dichas sustancias. Además, aseguran que, aunque es cierto que no hay casos registrados muerte por sobredosis de Kratom, si que los ha habido al mezclarla con otras sustancias como el alcohol.

Las autoridades antidrogas afirman que faltan estudios científicos que aporten evidencias contundentes sobre los efectos de esta planta, pero avisan que su consumo prolongado tiene efectos secundarios lo suficientemente graves (alucinaciones, dolor estomacal…) que aconsejan ser cautos.

Vicente Fernández López