Vaya por delante que aquí estamos en contra de la pena de muerte. Pero, en Estados Unidos, para ser condenado a esa pena extrema no basta con ser un asesino. Tienen que darse (al menos en teoría) también otra serie de requisitos, entre ellos que el reo sea consciente de la relación que existe entre el delito que cometió y el castigo que va a recibir. Es decir, que tenga plena consciencia de que cometió un crimen. Y eso es precisamente lo que puede salvarle la vida a Vernon Madison, un convicto de 67 años que espera en el corredor de la muerte de un penal de Alabama.
La Corte Suprema ha admitido a trámite una solicitud de sus abogados para que la pena sea conmutada. ¿La causa? Que Vernon, que asesinó a sangre fría a un policía en 1985, ya no recuerda el crimen. El reo padece un avanzado estado de demencia que ha afectado a su memoria.
La Corte Suprema ya había fallado años atrás que era «un castigo inecesario y cruel», ejecutar a presos con ciertas enfermedades mentales o con determinadas capacidades cognitivas mermadas. Pero nunca hasta ahora se le había presentado el caso de un reo cuya memoria hubiera sido borrada por el avance de la demencia. Por ese motivo, han iniciado las consultas para determinar si es o no inconstitucional aplicar la pena de muerte a un hombre en sus condiciones.
La ejecución tendría que haberse realizado este mes de febrero, pero ha quedado temporalmente suspendida hasta conocer la decisión de los jueces.
Vicente Fernández López