Unos 160 kilómetros más al norte del Muro de Adriano, los romanos construyeron otra fortificación similar a la que bautizaron con el nombre de Muralla de Antonino. Fue la última frontera que separaba la parte romanizada de las islas británicas, de las tierras dominadas por los bárbaros, concretamente por los pictos, los antepasados de los actuales escoceses.
Ahora, un equipo de investigadores de la Universidad de Glasgow ha analizado las imágenes que los romanos grabaron en las piedras de dicho muro. Actualmente, esos grabados se han vuelto grises, pero los nuevos análisis han revelado que originalmente fueron pintadas con vívos colores, entre los que predominaba el rojo sangre.
Y ese detalle no es gratuito, ya que algunas de esas imágenes son realmente espeluznantes. Muestran las águilas de los estandartes romanos con sus picos llenos de sangre, y cadáveres mutilados y decapitados de guerreros pictos. Para los investigadores está claro que esos grabados tenían un mensaje muy claro: intentar transmitir a los bárbaros la idea de que no podrían resistirse al poder de Roma, y que si lo intentaban serían destruídos.
El Muro de Antonino no era tan grande como el de Adriano, y los romanos acabaron abandonando esta línea defensiva antes de que se cumpliera un siglo de su edificación. Actualmente, no está tan bien conservado como su «hermano mayor», y los escasos fragmentos que se conservan permanecen perdidos entre la naturaleza que los rodea.
Fuente: Live Science.
Vicente Fernández López
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