La sangre está de moda. Experimentos con ratones han demostrado que transfusiones sanguíneas de ejemplares jóvenes, tienen efectos rejuvenecedoras en los de más edad. Y un artículo publicado en octubre en la BBC asegura que en Estados Unidos cada vez hay más gente que bebe su propia sangre debido a que supuestamente les aporta una energía suplementaria. Pero, ¿es saludable esa práctica vampírica?

Tal y como explica la forense Katherine Ramsland en su libro La ciencia del vampiro, beber sangre puede ser tóxico para el organismo humano. Y la causa está en las elevadas cantidades de hierro que contiene. Nuestro cuerpo no tolera el exceso de ese compuesto, y tiene dificultades para procesarlo. Por eso, si se consume hierro de forma excesiva a través de la sangre, aumenta el riesgo de sufrir hemocromatosis, una afección renal que puede acabar provocando epatitis, cáncer de hígado e, incluso, la muerte.

Por supuesto, beber una pequeña cantidad de sangre no va a provocar algo tan grave, pero si su consumo se convirtiese en algo habitual, el riesgo para la salud sería muy elevado. Pero, ¿qué ocurre entonces con los animales que comen la carne ensangrentada de sus presa, o que directamente se la beben como los murciélagos vampiro? Pues, sencillamente, que su organismo ha evolucionado para adaptarse a ese hábito alimenticio, dotándoles de unas membranas que actúan como filtro, impidiendo que su organismo asimile el exceso de hierro que les aporta la sangre que han ingerido.

Desafortunadamente, los humanos carecemos de esa protección. Así que ya saben, salvo que sus antepasados provengan de los Cárpatos, mejor mantengan la sangre alejada de su dieta habitual. Su organismo se lo agradecerá.

Vicente Fernández López