Cretenses, indios, egipcios y romanos ya usaron letrinas, pero el dispositivo se fue por el desagüe cuando desaparecieron estas civilizaciones.

La invención se atribuye a un poeta, John Harrington, quien lo instaló en 1589 en el palacio de la reina Isabel I de Inglaterra.

Sin embargo, el “trono” no triunfó; la reina le negó la patente alegando una cuestión de “decoro”.

En realidad, carecía de un sistema de drenaje, que se incorporó en 1668.

Redacción QUO