El director de Quo, Darío Pescador, ha clausurado el XXV Congreso de Periodismo de Huesca hablando del futuro del periodismo, los medios de comunicación y la influencia de la inteligencia artificial en la sociedad.

Si se cae un árbol en medio del bosque, y nadie lo oye, ¿ha hecho ruido al caer? Desde hace un cuarto de siglo, a este congreso asisten algunas de las mentes más brillantes del periodismo, y año tras año, nos dan un toque de atención. Año tras año, pocos medios escuchan, y mientras tanto, el mundo sigue adelante.

El gran Emilio García-Ruiz, director del San Francisco Chronicle, no podía ser menos. Entre muchas otras perlas de sabiduría nos ha recordado que cambiar es humano, pero esta vez, los humanos hemos cambiado fundamentalmente la forma en la que nos comunicamos, y ya no hay marcha atrás. Este congreso nos pone sobre la mesa la diferencia fundamental entre el periodismo y los medios de comunicación, porque no son lo mismo. Hace también 25 años las compañías discográficas, amenazadas por el intercambio de canciones en Internet, decían que aquello sería el fin de la música. Por supuesto, no lo fue. Solo fue el fin de las discográficas.

El periodismo no está muerto, ha dicho Emilio. Hemos visto grandes ejemplos de cómo las personas demandan y consumen las grandes historias que los periodistas escriben. Pero hemos visto también muchas formas en que las noticias no se leen, y a veces, ni siquiera se escriben, sino que se «generan». Si publicas una noticia y casi nadie la lee, ¿sigue siendo una noticia?

“Yo quería ser periodista para hacer periódicos”, ha dicho Encarna Samitier, la ganadora del premio José Manuel Porquet de este año. ¡No me extraña! Un periódico, en aquella época, era algo fascinante y poderoso. Un dispositivo portátil, sin baterías, que contenía toda la información que necesitabas. Esto se acabó hace unos 25 años por culpa de la tecnología. Unas tecnologías que no son nuevas ni inimaginables. El primer teléfono con cámara frontal para videoconferencias tiene 20 años. YouTube apareció en 2005. El primer iPhone hace 18 años, igual que Twitter y Facebook. Ya es hora de que dejemos de asombrarnos, cerremos la boca y asumamos que el mundo nunca volverá a ser igual. La ilusión de Internet fue que todo el mundo podría elegir su información. El gran fraude de Internet es que estamos eligiendo muy mal.

Emilio Domenech, el joven periodista conocido en YouTube como @nanisimo, lo confirma: casi nadie por debajo de 30 años consume medios de comunicación. Emilio es capaz de explicar en un vídeo de tres minutos cómo funcionan las elecciones en Estados Unidos, algo que necesitaría al menos 2.000 palabras en un periódico. Es cierto que esos análisis reposados cada vez tienen más lectores, como nos ha recordado el analista político Carlos E. Cué. El New York Times bate récords con más de 10 millones de suscriptores, y el País, el diario de Cué, lo pagan más de 350.000 personas, aunque él mismo reconoce que esto es una élite, una minoría, comparado con la inmensa mayoría de la sociedad.

Los datos nos dicen que ese cambio en la forma en que los humanos nos comunicamos consiste en que consumimos la información como si fueran patatas fritas a lo largo de todo el día, en lugar de tres comidas principales, y esa información nos la sirven otras personas a quienes seguimos o en quienes confiamos. Ya no hay medios de comunicación, hay tertulianos. Ya no hay periódicos, hay youtubers, tiktokers y twitchers. Y lo más importante, el dinero ahora está en las pantallas.

Twitter y Facebook no necesitan a los medios, afirma Emilio García-Ruiz. El tráfico que las redes sociales enviaban a las webs de los medios de comunicación ha desaparecido casi por completo. El tráfico de las búsquedas de Google pende de un hilo por la inteligencia artificial. Ahí se acabó la partida. Solo sobrevivirán los pocos que tengan suscriptores en su nicho.

Cómo pasar por alto a la verdadera estrella del congreso, ChatGPT. No se ha hablado lo suficiente de la forma en la que los medios usan estos modelos generativos para inundar la web de artículos, con la esperanza de que Google los considere más relevantes. Tampoco el dilema que genera vender todos los contenidos de un medio de comunicación para entrenar a una inteligencia artificial que, con ese aprendizaje, en poco tiempo puede sustituir al propio medio.

La inteligencia artificial nos fascina y nos aterra a partes iguales por un fenómeno psicológico llamado uncanny valley, el valle inquietante. Es demasiado humana, tanto, que da repelús. Es capaz de leerse multitud de fuentes y decidir qué información es relevante, igual que un periodista humano. Resume, llega a conclusiones y hasta se inventa partes de la noticia para que quede mejor.

El Newyorker publicó en 1993 una tira cómica en la que un perro, sentado al ordenador le decía a otro “En internet nadie sabe que eres un perro”. En 30 años, este chiste ha dado la vuelta completa y nos ha pateado en el trasero, porque dentro de unos meses, en Internet, nadie va a saber que eres humano, y tampoco sabemos si les va a importar. El peligro, como nos ha recordado Delia Rodríguez, es que Internet se convierta en un pozo envenenado, donde se acumula información falsa que las inteligencias artificiales mezclan y regurgitan, y donde es imposible distinguir entre lo verdadero y lo ficticio, lo valioso y lo inútil.

Pero no necesitamos a las inteligencias artificiales para desinformarnos, lo hacemos muy bien solitos. Las periodistas nos han recordado lo difícil que es informar desde una perspectiva igualitaria, cuando las mujeres son silenciadas por el acoso sistemático en redes sociales. Unas redes sociales controladas por algoritmos diseñados para sacar lo peor del ser humano, que ha resultado ser lo más rentable. El apocalipsis. Pero no todo es malo. También hemos tenido buenas noticias para el periodismo en este año. Hay cosas que sí funcionan.

La periodista del New York Times María Sánchez Díez nos recuerda que el verdadero trabajo del periodista no es regurgitar aquello que ya existe en Internet, sino sacar a la luz precisamente aquello que no está. La columnista Ángeles Caballero nos anima a escribir de forma amena porque en el periodismo pecamos de solemnidad y las columnas de opinión pesan mucho. Las personas que triunfan en las redes sociales son cercanas y rigurosas, y mantener el contacto constante con los lectores es imprescindible para hacer nuestro trabajo.

No estamos mal por ser periodistas, sino por lo que han hecho las empresas de periodismo con sus líneas editoriales, como nos ha recordado el «viejo» periodista Javier Ricou, pero podemos trasvasar parte del prestigio que tenían los medios hace años. Recuperar la confianza con periodismo valioso de información, recuperar el tráfico directo y dar a quienes eligen su información, en lugar de recibirla pasivamente, la calidad que merecen. El qué está al alcance de todo el mundo, nos ha dicho Pedro Piqueras, pero el cómo lo cambia todo.

Son 25 años ya. A ver si nos enteramos. Ya no es web o papel, ya no es vídeo o texto, es todo, en todas partes, al mismo tiempo. Los medios tienen que ser fascinantes o esenciales. Si no, las noticias son un árbol que cae y nadie lo oye.