Madres dominantes, manipuladoras, dementes, asesinas, y hasta hay un par de ellas sexys y una santa. Os proponemos una quincena de títulos imprescindibles para que organicéis vuestro propio maratón de cine con motivo del día de la madre.

Psicosis (1960)

El tema de las madres en el cine de Hitchcock da para escribir al menos una docena de tesis doctorales. En la vida real, el propio cineasta tuvo un apego enfermizo hacia su mamá, una mujer dominante que luego apareció reflejada en varias de sus películas. Ahí están las madres castradoras y muy poco amorosas de Los pájaros y Marnie la ladrona, por solo citar un par de ejemplos. Pero si hay una que destaca por encima de todas, esa es la la señora Bates. Hay que aclarar que la buena mujer está muerta. Fue asesinada por su propio hijo, pero éste, en un gesto de atroz ternura, la conserva disecada en una silla de ruedas. Pero ni muerta la señora Bates deja en paz a su retoño, ya que el desequilabrado de Norman se siente a veces poseído por la personalidad de su mamá y entonces le entran unos deseos irrefrenables asesinar a todas las mujeres que se le ponen por delante. Y, ya se sabe… el espíritu de la madre celosa de las chicas que tientan a su «inocente hijito»… En fin, explicaciones psicoanalíticas al margen, yo iba a darme una ducha pero al acordarme de la película he preferido dejarla para mañana.

El aniversario (1964)

Que tu madre sea Bette Davis ya indica (dados sus antecedentes como actriz) que las relaciones familiares van a ser cualquier cosa menos fáciles. Pero, si encima, la señora luce un parche en un ojo, la cosa ya anuncia una perversidad sin límites. Y precisamente perversa (deliciosamente perversa) resulta esta joya del humor negro británico. Con motivo del cumpleaños de su madre, todos los hijos se reúnen en la casa familiar. Uno de ellos llega acompañado de su nueva novia, una joven inteligente y sensible pero con serios problemas emocionales. Su futura suegra se dedica a torturarla verbalmente en un juego de humillaciones en el que la chica tendrá que buscar en su interior fuerzas que creía inexistentes para enfrentarse al ogro con  forma de madre.

A las nueve cada noche (1969)

En esta obra maestra del británico Jack Clayton tenemos a una madre ausente aunque esté de cuerpo presente. ¿Qué como puede ser eso? Pues porque la buena mujer está muerta y sus hijos, para evitar ser trasladados a una institución, deciden ocultar el cuerpo y seguir con la vida como si tal cosa. Eso si, cada noche pasan a presentarle sus respetos a la difunta. Hasta que un día, y sin previo aviso, regresa el padre, un Dirk Bogarde más despreciable que nunca, ausente durante tantos años. Los niños, nada contentos con este regreso inoportuno y para que la situación no cambie, deciden darle matarile a su progenitor y seguir como si tal cosa. ¡Angelitos…!

Medea (1969)

La protagonista de la inmortal obra de Eurípides es sin duda uno de los personajes más terribles de la mitología griega. Nadie mejor que ella personifica la palabra tragedia ya que, llevada por los celos al descubrir que su marido Jasón piensa abandonarla para casarse con otra, se venga de él matando a los hijos que había alumbrado en su matrimonio. Pier Paolo Pasolini adaptó esta pieza clásica para el cine, prescindiendo de los versos originales y optando por un tratamiendo estético a medio camino entre el realismo más detallado y el orinismo desatado. Ah… y su Medea estaba encarnada ni más ni menos que por la inmortal María Callas.

Un soplo al corazón (1971)

Pocas películas se han atrevido con el tabú del incesto, y menos aún han sabido retratarlo de una forma tan directa, delicada y natural (si, natural, aunque suene extraño el término) como en este filme de Louis Malle. Un adolescente afectado de una dolencia cardíaca pasa el verano con su madre (la bella Lea Massari) en un balneario. Allí descubrirá primero las aventuras extraconyugales de su progenitora. Y, luego, gracias al contacto íntimo que brinda el compartir lecho, irá viendo como surge una atracción que va más allá de lo materno-filial y que culmina en una de las escenas de amor carnal que más ríos de tinta hicieron correr en la historia del cine.

Mamá sangrienta (1971)

No es cierto que el matriarcado no haya existido nunca. Ha sido una realidad, al menos en el cine negro americano. Ahí tenemos sin ir más lejos al inolvidable Cody Jarrett, el gangster que James Cagney encarnaba en la genial Al rojo vivo, dominado por su castradora madre que le ordenaba incluso a quien tenía que matar. Pero aquí vamos a centrarnos en Ma Baker, un personaje real, que formó una banda de atracadores de bancos con  sus cuatro hijos. Interpretada por Shelley Winter, la Ma del filme resulta literalmente inolvidable. Fuma puros, maneja la metralleta Thompson con una habilidad portentosa, se carga a una rehén sin pestañear y acribilla a balazos al novio de su hijo gay (en fin, la señora tenía sus prejuicios…). Por cierto, sus retoños estaban interpretados por mozetones como Don Stroud y Robert DeNiro. Eso sí, al final Ma Baker tendrá el peor castigo que una madre puede concebir: ver morir a sus hjjos antes que ella. Lo más gracioso de todo es que los títulos de crédito finales del filme llevan la dedicatoria «para todas las madres del mundo». Que tierno, ¿verdad?

Una mamá sin freno (1974)

Esta comedia de acción, dirigida por un Jonatahn Demme totalmente desmadrado (años antes de filmar cosas más «serias» como El silencio de los corderos o Philadelphia) puede considerarse hija bastarda de Mamá sangrienta. Aquí tenemos a una madre de armas tomar, interpretada por una tremenda Angie Dickinson, que luce una espléndida madurez hasta el punto de atreversea rodar varias escenas de desnudos, y que comanda una banda de contrabandistas de licor, integrada por ella y sus tres hermosas hijas. Y así, entre tiroteos, atracos y revolcones varios, madre e hijas demuestran que familia que roba, mata y folla unida… permanece unida.

Carrie (1976)

Que la protagonista de este filme de Brian De Palma era una joven muy inestable emocionalmente, es algo sabido. Pero, claro, todos sus problemas se explican al conocer a su mamá. Porque, si rara era la hija, más rara aún era la madre. Encarnada nada menos que por Piper Laurie (la delicada novia de Paul Newman en El buscavidas), la señora es una sádica y una fanática religiosa totalmente mal de la azotea, que considera a su hija fruto del peor de los pecados y que incluso la maltrata fisicamente cuando tiene su primera regla. Vamos, que la mamá de marras es un auténtico monstruo humano que, eso sí, encontrará su merecido castigo siendo crucificada con una luvia de punzanets tijeras. ¿Justicia divina o poética?

Mamá cumple cien años (1979)

Si alguna vez Carlos Saura estuvo realmente cerca de Luis Buñuel fue en esta película. La matriarca de una familia celebra su centenario y a su alrededor se reúnen sus hijos y sus familiares. ¿Metáfora del franquismo? Hay quien piensa que el personaje de Rafaela Aparicio encarna  al régimen ya desaparecido y sus ideas, y así se exlicaría la división existente en sus hijos, escindidos entre quienes quieren matar a la madre y mirar hacia delante, y quienes prefieren que sobreviva y seguir siéndole fieles. Sea como sea, la imagen de Rafaela descendiendo de los cielos ha quedado como uno de los iconos indiscutibles de la historia del cine español.

Cromosoma 3 (1979)

La maternidad según David Cronenberg. Con semejante afirmación ya debería sobrar cualquier comentario para que uno se imagine lo más retorcido y bizarro que su mente pueda concebir; pero como me gano la vida con esto, pues voy a explicarles el asunto. Tenemos aquí a Samnatha Eggar (la recordada protagonista de El coleccionista) en el papel de una mujer perturbada que, de niña, sufrió los abusos de una madre maltratadora y la inacción de un padre indiferente. Convertida ya en adulta, toda la rabia acumulada durante años de dolor y frustración brota en forma de extraños fetos que crecen hasta convertirse en unos niños albinos y deformes, que culminarán su venganza aniquilando a todas las personas que convirtieron su vida en un infierno. La imagen de la Eggar lamiendo con una mezcla de cariño y lascivia el líquido amniótico y la sangre que cubren a uno de sus retoños recién paridos, ha quedado para la posteridad como la visión más perversa del amor maternal jamás filmada.

La decisión de Sophie (1982)

Es sabido que las madres no quieren a todos sus hijos por igual y que siempre tienen cierta preferencia por uno en concreto. No  pasa nada. Como mucho, algún ataque de celos por parte de los que no son elegidos o algún trauma estúpido que quedará clavado como una espinita en la psique del rechazado. Pero la cosa se complica cuando la vida somete al personaje materno a una situación extrema. Y eso es lo que le ocurre a la mujer interpretada por Meyrl Strepp en este gran filme de Alan J. Pakula. Recluída en un campo de extermino durante la II Guerra Mundial, un sádico oficial nazi la pone en la cruel tesitura de tener que elegir entre salvar la vida de su hijo o la de su hija. Si no escoge a uno, morirán los dos. Ella, acaba eligiendo al niño y viendo como la cría es asesinada ante sus ojos. ¿Puede alguien sobrevivir a un trauma semejante?

Class (1984)

¿Recordáis aquella canción de El canto del loco que decía: «Y es que la madre de mi amigo Jose me está volviendo loco?» Pues me da que los chicos del grupo se inspiraron en esta comedia ochentera para componerla. Aquí tenemos al pringaidllo universitario de turno, encarnado por Andrew McCarthy, que no se come un rosco ni por equivocación, y que de forma inesperada se hace amigo de un chico de buena familia (Rob Lowe, antes de caer en los infiernos). Rob invita a Andrew a pasar un fin de semana en la mansión de sus padres y allí conoce a la madre de su amigo, una mujer insatisfecha encarnada nada menos que por Jacqueline Bisset. Y Andrew pierde la virginidad y recupera la autoestima en los brzos de esta señora estupenda que le enseña todo (y más, mucho más) lo que hay que saber sobre el amor.

Aliens (1987)

No solo las madres humanas sienten cariño y apego por su prole. Ese lazo existe en muchísimas especies animales. ¿Por qué no iba a darse tambié entonces entre los extraterrestres? En esta adrenalínica cinta de James Cameron, la intrepida Sigourney Weaver se tiene que ver las caras con una reina alien completamente enfurecida porque la chica ha aniquilado a su letal camada. Y ya se sabe que no hay nada más terrible que una madre cabreada. Sobre todo si es alien. O, en su defecto, la mía. Pero esa ya es otra historia…

Malaventura (1988)

Que una madre sea solo tres años mayor que su hijo no es algo habitual, para que engañarnos. Pero Cristina Higueras tenía practicamente los mismos años que Miguel Molina cuando hizo de madre de él en esta película de Manuel Gutiérrez Aragón. En una entrevista concedida a La Vanguardia con motivo del estreno, ella justificaba el hecho aludiendo al carácter mágico del cine del director y manifestaba estar convencida de que en la relación entre madre e hijo no había ningún componente incestuoso. Personalmente, yo que he visto la película tres veces, tampoco lo he detectado. Y he de decir además que pese al tema de la edad, Cristina está realmente convincente (y deliciosa) como madre amorosa. Es memorable el momento en que le dice a su hijo (que luce un flemón del tamaño del Himalaya): «Mal de muelas, mal de amores». El problema con una madre tan… tan… (y aquí no encuentro la palabra adecuada para definir lo maravillosa que me resulta) vendría dado porque no podrías llevar nunca a tus amigos a casa, ya que querrían quedarse a vivir allí para siempre. Pero que conste que, fuera de esta película, Cristina Higueras me resulta una de esas (buenas, muy buenas) actrices a las que me cuesta imaginar como figura maternal.

La sonrisa de mi madre (2004)

¿Cuál puede ser la peor pesadilla de un prestigioso intelectual comunista y por supuesto ateo? Pues levantarse un día con la noticia de que a su madre … ¡la van a hacer santa! Vamos, que todos tus amigos del mundillo cultureta laico empiezan a dejar de tomarte en serio. Y eso es lo que le ocurre al protagonista de esta deliciosa cinta del italiano Marco Bellocchio. Y es que ya sabemos que hay algunas madres que están dispuestas a hacer cualquier cosa para fastidiarles la vida  a sus retoños, incluso después de muertas; pero hacer milagros y subir a los altares, ya es pasarse de la raya.