El infracine es un pozo sin fondo. Cuando crees que has encontrado la película mas chiripitiflautica jamás filmada, siempre aparece alguna más. Así que vamos con otra selección de diez perlas que han sido rodadas por mentes que pueden calificarse de cualquier cosa menos de normales. Eso si, aviso: al menos tres de ellas son auténticas obras maestras. ¿A ver si adivinan cuales?
También los enanos nacieron pequeños (1971)
Una de las primera spelículas del alemán Werner Herzog, rodada en tierras canarias y protagonizada únicamente por enanos. En ella, una comunidad de liliputienses se dedican a cometer todo tipo de tropelías. Organizan peleas de gallos, crucifican monos, preparan una boda entre insectos. Y cuentan chistes tan bizarros como: «¿Qué hace una gallina después de poner un huevo?… Partitrse el culo», y todos se tronchan de risa. Y además, hay un grupo de enanitos invidentes con gigantescos gafas de sol y armados con garrotes que van repartiendo palos de ciego a diestro y siniestro. Herzog decía que era una alegoría sobre los siete pecados capitales, pero a mi no me quedó muy claro. Eso si, tienen su puntillo cómico. Pero, es que yo soy muy raro. ¡Si hasta me hace gracia el chiste de la gallina!
Bruce Lee contra el gay power (1975)
Pues si, aunque parez increíble, esta… «cosa»… me niego a calificarla como película, existe. Es brasileña, y pese a lo que diga el título no la protagoniza el astro del cine de Hong Kong, sino otro chino con cierta habilidad para repartir mamporros. Lo de nombrar al pobre Bruce en el título era para ver si colaba y alguien picaba en taquilla. En cuanto, al argumento… calificarlo de homófobo es quedarse corto. La familia del protagonista es liquidada por una pandilla de asesinos «mariquitas», y nuestro héroe se adentra en el mundo gay para buscarlos y vengar a los suyos. ¿Sutileza? Ninguna. ¿Cualidades cinematográficas? Menos aún. ¿Dignidad humana? Ese debía de ser un concepto desconocido para los creadores de esta aberración.
El carnaval de las bestias (1980)
Dígamos las cosas claras de una vez. Paul Naschy no dirigió una buena película en toda su vida. Pero ponía tanta pasión en el empeño y algunas alcanzaban tal punto de delirio que acaban resultando entrañables. Yo, personalmente, me quedo con ésta. Porque una película que empieza en Japón y termina al ladito mismo del Valle de los Caídos, ya promete. Aquí el bueno de Naschy es un traficante de diamantes que opera en Tokyo y que tras traicionar a los yakuza se viene a España y se refugia en una granja al lado del valle de marras. Lo que ignora es que los habitantes de la misma son caníbales y así tenemos servida una versión cañí de La matanza de Texas. Hay incluso una escena en la que un tipo es devorado por una piara de cerdos.
Corazón de cristal (1976)
Werner Herzog, again. Como ya hemos visto, el germano siempre ha tenido vocación de rarito. Pero aquí se pasó lo suyo, ya que esta es la única peícula de la historia rodada con todos los actores en estado de hipnosis. Ya pueden imaginarse como son las interpretaciones, con un montón de tipos mirando al vacío con expresión ida y recitando sus diálagos sin la menor línea de apasionamiento.
Damas y caballeros, les presentamos la primera y última película rodada integramente en lenguaje de signos para sordos. Una versión de la historia de drácula en la que nadie dice una palabra y todos se expresan con signos manuales, lo que le confiere al filme un aire surrealista realmente considerabe. Lo cierto es que la comunidad de sordomudos no debió de mostrar mucho interés por ella porque a nadie se le ha ocurrido repetir el experimento.
Karate bullfighter (1975)
Olvídense de Las Ventas, de La Maestranza, de José Tomas y de todo lo que tenga relación con el mundo taurino habitual, antes de sumergirse en las imágenes de esta bizarrada japonesa. El gran Sonny Chiba (recuperado por Quentin Tarantino) en Kill Bill, se enfrenta a un astado con el único arma de su dominio de las artes marciales. La película, supuestamente, en la vida de Masutatsu Oyama, una leyenda del Japón milenario que al parecer se enfrentaba a toros a tortazo limpio. Para los antitaurinos les aviso que la carnicería que el karateka hace con el pobre bicho en esta película con sus manos desnudas, convierte a la corrida más sangrienta en un espectáculo cándido e incruento.
Otra de chinos, pero esta rodada en coproducción con España. Su protagonista, guionista, director y todos los istas que ustedes quieran añadirle, John Liu, es, cuando menos, un personaje singular. Nacido en Hong Kong y convertido en una figura de las artes marciales, intentó seguir los pasos de su admirado Bruce lee e inició una carrera cinematográfica plagada de títulos a cada cual más lamentable. Pero, sin lugar a dudas, su obra maestra, es esta. Entendiendo por obra maestra un sinsentido en el que ni la lógica ni el buen gusto tienen cabida. La película se supone que está ambientada en África pero curiosamente se rodó el Playa de Aro, lo que deja escenas tan memorables como una pelea frente a una tienda en la que pese a que se supone que estamos en Uganda, puede verse un cartel que dice: «Canessería maría». Pero la escena más increíble es sin duda la del entrenamiento-mamada. ¿Qué de qué les estoy hablando? Pues veanlo con sus propios ojos. Yo me siento incapaz de explicarlo. Por cierto, el inefable John Liu acabó cumpliendo condena en una prisión española por un delito relacionado con la trata de blancas.
El signo de la cruz (1932)
A Cecil B. De Mille se le recuerda sobre todo por su versión de Los diez mandamientos (1958), pero se suele olvidar que este cineasta tenía una vena delirante que de vez en cuando le brotaba de forma enfermiza. Y, sin duda, la ocasión en la que dio rienda suelta de forma más desatada a todos sus perversos instintos fue en esta película. En esencia, El signo de la cruz es una versión inconfesada de Quo Vadis lo que ocurre es que contada de una forma muy poco piadosa. A De Mille le interesaba el desmadre puro y duro y ahí encontró una cómplice inmejorable en la actriz Claudette Colbert que interpreta a la viciosa emperatriz Popea. Es inolvidable la escena del baño de la Colbert en una piscina llena de leche, mostrando incluso sus pezones, para a continuación sumergir a una bella esclava junto a ela. El posterior plano de una gata bebiendo leche ya lo surgiere todo. Pero lo mejor viene al final. En la secuencia del circo romano. Doncellas cristianas violadas por gorilas, esculturales amazonas luchando cuerpo a cuerpo con una tribu de feroces pigmeos… vamos, que comparada, Gladiator no resulta ni la mitad de divertida.
Otto Preminger es uno de los grandes del cine clásico americano, autor de obras maestras como Laura o Tempestad sobre Washington, pero aquí perdió los estribos. En esta película, un gangster ingresa en Alcatraz donde comparte celda con un científico pirado que le hace probar una nueva droga. a partir de ahí el gangster inició un viaje lisérgico hacia los confines del absurdo más desatado que incluye imágenes tan impagables como una visita al Paraíso en la que el mismísimo Dios interpretado anda menos que por Groucho Marx, se fuma un porro con Gandhi.