SER HUMANO

7 maravillas del Mundo Antiguo

He posado mis ojos sobre las murallas de Babilonia, y la estatua de Zeus, y los jardines colgantes, y el Coloso del sol, y la enorme obra de las altas pirámides, y la vasta tumba de Mausolo. Pero cuando vi la casa de Artemisa, allí encaramada en las nubes, esos otros mármoles perdieron su brillo”. Estos versos fueron escritos por el poeta griego Antípatro de Sidón en el año 125 a. C. Pero hoy sabemos que el autor estaba mintiendo o, al menos, usando una licencia poética. Porque ningún ser humano tuvo nunca el privilegio de ver con sus propios ojos los siete monumentos mencionados en el poema, ya que solo cinco de ellos llegaron a coincidir en el tiempo.

Si nos fijamos en su fecha de construcción y destrucción, comprobaremos que Antípatro solo pudo haber visitado personalmente tres maravillas: la pirámide de Guiza, la estatua de Zeus y el mausoleo de Halicarnaso. Si hubiera querido ver el resto, tendría que haber usado una máquina del tiempo como la que siglos después imaginó el escritor británico H. G. Wells. Antípatro de Sidón escribía según testimonios de autores anteriores, y en su poema incluyó un monumento, las murallas de Babilonia, que actualmente no figura entre las llamadas siete maravillas del Mundo Antiguo. ¿Quién elaboró, entonces, la lista definitiva?

Tres mil años en siete días
Hoy, los investigadores creen que fueron monjes medievales quienes elaboraron la lista final de las siete maravillas, que, ordenadas cronológicamente, son: La Gran Pirámide de Guiza, los Jardines Colgantes de Babilonia, el Templo de Artemisa en Éfeso, la estatua de Zeus en Olimpia, el Mausoleo de Halicarnaso, el Coloso de Rodas y el Faro de Alejandría.

Salvo la Gran Pirámide, todas estas maravillas fueron destruidas por catástrofes naturales o provocadas. Por eso, visitarlas solo es posible en el ámbito de la ciencia ficción, como en ese relato de Ray Bradbury titulado El sonido del trueno en el que se describe una agencia turística que realiza viajes en el tiempo y que ofrece tours imposibles, como visitar la era de los dinosaurios y presenciar la crucifixión de Cristo. Y aunque no figura en la novela, recorrer uno por uno los siete monumentos aquí descritos sería también un viaje fabuloso. Un turoperador con el que habría que realizar un salto temporal de tres mil años (los que separan la fecha de construcción de la pirámide de Keops del año en que se destruyó el Faro de Alejandría) en solo siete días: uno para visitar cada maravilla. ¿Hay alguien que no estaría dispuesto a apuntarse?

Los aspirantes a “viajeros de lo imposible” pueden estimular su imaginación con las magníficas ilustraciones del artista estadounidense Kenn Brown; las recreaciones más fieles que existen de las maravillas del pasado. No son simples ilustraciones en 3D, sino lo más parecido al álbum de fotos de un viaje al esplendor de las culturas de la Antigüedad clásica.

El mapa de los tesoros

En la imagen se señalan los emplazamientos de las siete maravillas del Mundo Antiguo.  Todas las recreaciones de los monumentos han sido realizadas por Ken Walh y Chris Wren, dos prestigiosos ilustradores en 3D. Los artistas estudiaron textos de Heródoto y Filón de Bizancio para realizar sus dibujos con total fidelidad.

La Gran Pirámide de Guiza

Cada día, Nellifer, la bella esposa del faraón Keops, se deleitaba mirando la pirámide que su esposo había hecho construir. Para acabarla (en 2075 a. C.) fueron necesarios 23 años de trabajo y tres millones de bloques de piedra, de dos toneladas cada uno. Nellifer soñaba con el día en que su anciano esposo fuera enterrado allí; ese día, ella bajaría a la cámara mortuoria y se apoderaría de sus tesoros. Pero la ambiciosa joven fue sepultada viva junto al cadáver del faraón.

La estatua de Zeus

Pericles y Calícrates, dos héroes atenienses, visitaron el Templo de Olimpia para postrarse ante la majestuosa estatua de Zeus y pedirle por su amigo, el escultor Fidias, condenado al destierro. El artista era el autor de la estatua ante la que oraban los dos hombres: una figura de mármol de 12 m de altura, sentada sobre un  trono y “vestida” con incrustaciones de marfil, oro, ébano y piedras preciosas. La imagen de Zeus sostenía en una mano una pequeña estatua de la diosa Niké, y en la otra, un cetro con un águila. Pero las súplicas no fueron atendidas. Fidias murió en el destierro, y en el año 392 los turcos llevaron la estatua a Constantinopla, donde fue destruida por un incendio.

La luz de Alejandría

En 1116, las falúas del viajero mozárabe Mouled Abou el Haggag buscaban desesperadamente la costa egipcia. Acosados por los piratas berberiscos, serían pasto de los peces si no se refugiaban en algún puerto. Pero cuando todo parecía perdido, una luz les señaló el camino de la salvación. Era el Faro de Alejandría, construido en 279 a. C. por orden de Ptolomeo II en la isla egipcia de Pharos. Se usaron grandes bloques de vidrio para fabricar los cimientos de este edificio de 134 m de altura. En la cima se colocó un gran espejo que reflejaba la luz del sol y, de noche, la de una antorcha. Pero en 1300 fue destruido por un terremoto.

Los Jardines de Babilonia

Semíramis era la mujer más bella de Persia; y la más afortunada, ya que el rey Nabucodonosor II la convirtió en su esposa. Pero la joven reina estaba triste. Añoraba las montañas y los bosques de su tierra, y se sentía perdida en las llanuras del Éufrates. Por eso, su esposo le hizo un fabuloso regalo en 610 a. C.: mandó construir un zigurat (pirámide escalonada), en el que plantó palmeras y flores para crear un exuberante jardín que se regaba con un sistema de norias. La base de la montaña artificial tenía 19.000 metros cuadrados, y su altura era de 90 metros. Pero la pirámide vegetal fue destruida por los partos en 125 a. C.

El Mausoleo de Halicarnaso

Alejandro Magno nombró al general Pericas regente de Halicarnaso (Turquía). El oficial y su amante, Hermathena, paseaban a diario cerca del edificio más hermoso que habían visto: la tumba de Mausolo, un rey gris que ni ganó batallas ni brilló como legislador, pero que en 365 a. C. quiso ser recordado por una obra majestuosa: su sepulcro. Medía 50 m de altura y lo coronaba la estatua de una cuadriga con dos esfinges, pero fue destruido por un terremoto en 1404.

El Coloso de Rodas

Cada día, Antioquo y su hermano Amiano salían a pescar en la bahía de Rodas. Pero no buscaban peces, sino monedas y otros objetos de valor de la flota hundida de Demetrio Poliocertes. Este general macedonio sitió la isla en 325 a. C., pero sus barcos naufragaron por culpa de una tempestad. Para celebrar su victoria, los habitantes de Rodas levantaron una estatua en honor del dios Helios. La obra se encargó al arquitecto Cares, quien levantó un armazón de hierro sobre el que se colocaron placas de bronce que dieron forma al coloso. La estatua medía 32 m, pero en 223 a. C. fue derribada por un terremoto.

El templo de Artemisa

Al atardecer de un día de verano de 356 a. C., el fenicio Crotón y su esposa visitaron el templo de Artemisa en Éfeso (Turquía). Medía 117 m de largo por 57 de ancho, y estaba engalanado por 127 columnas de estilo jónico. Había sido construido en 550 a. C. por orden de Creso, el hombre más rico del mundo, y durante años sirvió de cuartel a las amazonas. Crotón y su mujer admiraron su belleza, pero los suyos fueron los últimos ojos puros que lo vieron en pie. Esa noche, un envidioso llamado Herostratos, que deseaba pasar a la Historia a cualquier precio, le prendió fuego. Fue la misma noche en que nació Alejandro Magno. Por eso, la diosa Artemisa, que estaba ocupada en el parto, no pudo sofocar el incendio de su propio templo.

Los pies del titán

Dos columnas construidas en el siglo X flanquean la entrada del puerto de Rodas. Justo donde se asentaban los pies del Coloso.

La pirámide de Guiza

Ha resistido el paso del tiempo, pero no la acción de los saqueadores que violaron la tumba y robaron sus tesoros

La casa de Zeus

Estos restos de columnas son lo único que queda del templo de Olimpia que albergaba la estatua del dios griego

Un pilar solitario

Esta columna (una de las 127 que tenía) es lo único que se conserva del Templo de Artemisa, en la región turca de Éfeso

Vicente Fernández López

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