Mide poco más de 1,50 m; pesa 40 kilos; luce el cabello al estilo punk y un cuerpo plagado de tatuajes y piercings. Aunque tiene 24 años, parece una cría de catorce y su imagen se asemeja a la de un ángel caído al que le hubieran amputado las alas. Es una mujer de pocas palabras, cuyo mutismo es casi autista. Por eso, dicen que solo “tiene dos neuronas, una para respirar y otra para mantenerse en pie”. Algo que no le ha impedido cautivar a más de quince millones de lectores. Lisbeth Salander, el personaje creado por Stieg Larsson en la saga Millennium, se ha convertido en la gran heroína del siglo XXI y ha hecho vibrar de emoción hasta al mismísimo Vargas Llosa, quien dijo: “¿Qué sería de Suecia sin Lisbeth Salander, esa hacker querida?” ¿Pero qué tiene esta mujer para haberse convertido en uno de los personajes más fascinantes de la literatura de las últimas décadas?

A la edad de trece años, Lisbeth cogió un cartón de leche lleno de nafta, roció con él el coche de su padre y le prendió fuego. Con su padre dentro, claro. Contado así, en seco, casi a quemarropa, suena a monstruosidad. Pero si tenemos en cuenta que con esa muerte la protagonista está vengando a su madre, reducida a un estado vegetativo por una paliza recibida por parte de su brutal esposo, la cosa suena a justicia. Salvaje, pero justicia al fin y al cabo. Y esa es una de las claves de su popularidad.

La primera heroína feminista

Lisbeth es un personaje tan nuevo como eterno, un ser revestido con ropajes de modernidad pero construido sobre mimbres clásicos. Miss Salander es la actualización, la versión postmoderna, o 3.0 si lo prefieres, de la eterna figura del vengador solitario que, desde El conde de Montecristo a Harry el sucio, lleva siglos cautivando al público. Lo que la hace tan rompedora es que probablemente sea la primera vengadora claramente feminista de la historia. Lisbeth hace justicia a las féminas maltratadas volcando su ira, su furia, contra esos “hombres que no aman a las mujeres”. Y que sea la primera “guerrera de género” no es algo gratuito.

Larsson ofrece en su trilogía un dibujo insólito de Suecia, retratando el país como si fuera una especie de infierno decorado por Ikea.

Pese a ser una de las naciones que posee una de las legislaciones más avanzadas en materia de igualdad, bajo esa apariencia civilizada late una realidad oscura. “El 65% de las mujeres suecas ha sufrido algún tipo de maltrato”, declaró el escritor en la única entrevista que concedió antes de su súbita y prematura muerte. “Y el 95% nunca lo denuncia oficialmente.” 

De esta manera, el autor se sirvió de Lisbeth Salander para despertar al lector de su sopor y obligarle por las bravas a pronunciarse sobre esa violencia salvaje que late agazapada bajo una apariencia de corrección política.

Y aunque en ninguna de las más de 2.200 páginas que conforman la trilogía la heroína confiese militancia alguna, su adscripción a la causa feminista parece fuera de duda. 

Así lo considera al menos la socióloga Judith Barner, quien ha realizado una tesis sobre el personaje. “Lisbeth es la vanguardia del feminismo”, afirma la autora. “Se sitúa al margen del sistema, e incluso del mismo movimiento. Es un personaje desencantado con la sociedad y con las instituciones que representan el poder. Por eso lucha contra la violencia machista con sus propias armas. Ella se convierte en juez, jurado y ejecutor… Puede ser una actitud antidemocrática, pero para miles de lectoras funciona como catarsis al comprobar que, al menos en la ficción, alguien hace justicia al respecto de todas las ofensas que sufren las mujeres y que el sistema no quiere o no puede castigar.”

¿Y cómo es ese nuevo feminismo que encarna la heroína de Larsson? “Antisentimental y capaz de crear sus propias normas al margen de lo socialmente establecido”, explica Barner. “Lisbeth no adopta en su comportamiento ni en su imagen ninguno de los rasgos que se consideran típicamente femeninos. Es la vanguardia de un nuevo tipo de mujer. Que puede ser víctima pero que no se resigna a ser humillada. En ella se difuminan las barreras del género, y su aparente androginia tiene su correspondencia en el protagonista masculino, el periodista Blomkvist, que es un hombre cuya personalidad está adornada con rasgos femeninos.”

Una Pippi calzaslargas punk y bisexual

Las simpatías por el feminismo que sentía Stieg Larsson están fuera de duda; de hecho, su pareja confesó que el germen del personaje de Lisbeth se encuentra en una situación traumática de su adolescencia. El autor, cuando era un chaval, vio cómo varios compañeros violaban a una chica y no hizo nada por impedirlo. Aquello le produjo un terrible remordimiento y un día, cuando volvió a encontrarse con la víctima de tales abusos, se acercó a pedirle perdón por no haber sido capaz de evitarlo. Ella le despreció. 

Años después, el escritor recibió el encargo de realizar un guión fantaseando sobre cómo podría ser la madurez de Pippi Calzaslargas, el célebre personaje de la literatura infantil escandinava. Con aquel trabajo, a Larsson le vino a la memoria el recuerdo de ese episodio y se preguntó que habría sido de aquella chica, cómo habría crecido y de qué manera le habría influido el trauma de su violación. Ambas figuras femeninas se cruzaron en su mente y de la fusión entre la vitalidad de Pippi y la figura de una chica vejada surgió el germen que culminó en la creación de Lisbeth Salander.

La heroína de Larsson recupera la figura del vengador justiciero y la reviste con ropajes feministas. Pero su éxito no habría sido tal si se hubiera quedado solo ahí. Lisbeth es una mujer activa e independiente. Fuma y vive su sexualidad de una forma liberada y sin tapujos. Le gustan los hombres y también las mujeres. Desconfía de las instituciones y su lema es “un cabrón es siempre un cabrón”, pero nunca olvida un favor y sabe ser leal a quien le ayuda.

Es violenta hasta rozar el sadismo, pero en su descargo hay que decir que sus víctimas son auténticos canallas. Lisbeth es capaz de vengarse de su segundo tutor, que abusó de ella de forma miserable, sodomizándole con el mismo consolador con el que la forzó a ella y tatuándole en el vientre la frase “soy un cabrón violador”. Pero igualmente, tiene una extraña ternura y solidaridad para la figura de su primer tutor, que la cuidó como si fuera un padre cariñoso y que yace convaleciente en un hospital.

La principal arma de Lisbeth en su cruzada contra la llamada violencia de género es la tecnología, y eso es lo que la convierte en un icono del nuevo siglo. Ella es hija de internet y, de ser real, seguro que le gustaría que sus aventuras se leyeran en un ebook. Miss Salander, tras su apariencia casi autista, esconde un talento portentoso para la informática que la convierte en una hacker de primera categoría. Larsson se documentó de forma minuciosa sobre el mundo de los piratas informáticos, y por eso su heroína solo utiliza Mac, el sistema operativo de Apple, para sus fechorías cibernéticas. Según nos comentó David Barroso, director de la unidad de e-crimen de la empresa de seguridad S21sec, muchísimos hackers trabajan con Mac, ya que este sistema combina muy bien con Linux, el software en el que se crea la mayoría de las herramientas de intrusión digital.

Sociópata, autista y con memoria eidética

Pero ningún héroe o heroína puede ser perfecto. Por eso, para hacer más rico al personaje, Larsson le creó un complejo perfil psicológico. Lisbeth padece el síndrome de Asperger, quizá una de las causas de su marcada sociopatía. Se trata de una especie de ceguera emocional que los especialistas relacionan con el autismo. Las personas que lo padecen son profundamente asociales, les cuesta establecer vínculos emocionales y son incapaces de distinguir matices como la ironía y el sarcasmo. Eso no quiere decir que sean poco inteligentes; al contrario, la paradoja del asperger es que favorece el desarrollo de habilidades poco comunes. Y ese fue otro de los hallazgos de Larsson: transformar el aparente talón de Aquiles de Lisbeth, el asperger, en un instrumento que al mismo tiempo la convierte en una superdotada para la informática y los números.

En cambio, donde el autor se dejó llevar por la pura fantasía fue al atribuirle a su heroína otra portentosa habilidad: la memoria fotográfica, que en el caso de Lisbeth se convierte en un auténtico don, ya que es capaz de memorizar con una rápida lectura el libro Dimensions of Mathematics. La memoria fotográfica, también llamada eidética, es una capacidad que se ha detectado en niños que, con un vistazo de 30 segundos, son capaces de recordar el contenido de una pagina de texto. Pero esta facultad comienza a diluirse a partir de la adolescencia, hasta el punto de que los experimentos realizados con adultos han sido incapaces de detectarla. Por eso, la portentosa memoria visual de Lisbeth es una licencia que se tomó Larsson.

Un Quijote femenino con aguijón de avispa 

Hay que señalar que la polémica hacker también tiene sus detractores. La novelista estadounidense Donna Leon afirma que: “Larsson es patológicamente malo. Su actitud es un agravio a las relaciones humanas. Todos los contactos sexuales son violentos, no hay pasión en el libro, solo furor por la venganza”. Una visión demasiado pacata que no comparte la que fue pareja del novelista, Eva Larsson, quien afirma que: “Millennium es una oda a esas mujeres que, como Lisbeth, son difíciles de amar”.

Enlazando con la opinión de Donna Leon, la escritora Clara Obligado afirma que: “Lisbeth es una mujer que ha sufrido mucho, pero que no muestra sus sentimientos. Eso es masoquismo y no es nuevo; ¿acaso nos hemos olvidado de Madame Bovary y de Anna Karénina? Por eso, Lisbeth no es realmente rompedora. Si lo fuera, no sería tan popular. Además, siempre hay un hombre detrás de ella, en este caso Mikel Blomkvist, esperando a salvarla de no sé qué”.

En una postura totalmente opuesta se sitúa la actriz y productora Cristina Higueras, quien afirma: “Lo único que tienen en común Lisbeth y Emma Bovary es que no les gusta la sociedad en la que les ha tocado vivir, ni el rol que, como mujeres, les ha tocado interpretar; pero reaccionan de un modo opuesto. Emma es pasiva y débil, y aunque intenta salirse de la norma, no tiene la valentía para romper con todo y acaba suicidándose. En cambio, Lisbeth se enfrenta con todas sus fuerzas y su talento contra lo que considera injusto, sin temor al precio a pagar por ello. Lisbeth jamás se suicidaría. Todo en este personaje es nuevo: ni tiene las características físicas de las heroínas tradicionales, ni reacciona como estamos acostumbrados a ver en los personajes femeninos de la ficción. Es autosuficiente, no busca ni dinero, ni reconocimiento social, ni nadie que se convierta en su salvador. Su comportamiento no responde a la moral establecida, pero es profundamente ético”.

Por eso, el personaje de Lisbeth es a la vez clásico y revolucionario. Clásico porque encontramos en él la huella de autores anteriores, como Alfred Hitchcock. La forma en la que se desdobla en su álter ego, la rubia Irene Nesser, remite al autor de Vértigo. Y revolucionario porque Lisbeth, cuyo nick de hacker es Wasp, avispa, aguijonea nuestras conciencias, y nos obliga a descubrir los cadáveres corruptos ocultos en el desván del estado del bienestar y a respirar la hediondez del fanatismo patriarcal. Pero lo más grande de ella es que nos recuerda que tal vez en algún oscuro rincón, parapetado tras un tablet, haya un quijote moderno, como Lisbeth, dispuesto a castigar el mal. 

La piel acribillada

La hacker tiene piercings en los labios, las cejas y las orejas, y una bola roja en el ombligo.

Adornos eróticos.

Dos de sus piercings están situados en sitios muy íntimos: el pezón derecho y la vulva.

Tecnodiva

Para Lisbeth Salander, la tecnología no tiene secretos. Utiliza un móvil Palm Tungsteg T3 y conduce un coche Honda Civic y una Kawasaki 125 cc.

 

Cafetera Jura Impressa X7

Para prepararse sus expresos. Una de sus pocas frivolidades.

Powerbook G4

Usa un ordena Powerbook G4 de Apple con sistema Mac.

Billys Pan Pizza

Son la base de su dieta alimenticia. Muy poco saludable por otra parte.

La avispa

Se trata del tatuaje que luce en el cuello. Es, además, su nick de hacker. Aunque se lo borra en el segundo libro para no ser identificada.

El dragón

Un tatuaje que le cubre casi toda la espalda, desde el omóplato izquierdo hasta las nalgas.

Otros 3 tatuajes

Fuck you: Que significa “jódete”. Esta expresión malsonante la lleva tatuada en la cadera derecha.

 

Una rosa: En el muslo derecho. Según Larsson, este dibujo simboliza la sensibilidad latente del personaje.

 

Brazaletes. La hacker luce dos de inspiración tribal, uno en el tobillo izquierdo y otro en el brazo derecho.