Afortunadamente, el pequeño Froilán no ha sufrido ninguna herida grave a causa de su accidente con una escopeta. Pero cómo decían nuestros mayores, «las armas las carga el diablo…» Y en esta pequeña galería vamos a repasar algunos casos de personajes célebres que encontraron la muerte (o bien mataron a otra persona) jugando con pistolas y similares.
Si uno va a jugar con armas lo mejor es que se asegure por sí mismo de que no están cargadas, y no se fie de la palabra ajena. Un buen ejemplo es lo que le ocurrió al hijo del mítico Bruce Lee, durante el rodaje de La película El cuervo. Brandon se disponía a filmar una escena en la que le pegaban un tiro. Lógicamente el arma tenía que estar cargada con cartuchos de fogueo, pero por un inexplicable error en este caso eran de verdad. La carrera de Brandon se truncó así de forma tan efímera como la de su padre, aunque de modo mucho más violento.
Les presentamso al rey de los torpes. Este abogado de Ohio fue célebre por dos razones. Una, por su enconada enemistad con Abraham Lincoln, y la segunda por defender concienzudamente los casos más complicados. En 1870 aceptó defender a un tal Thomas McGean, acusado de matar a un hombre de un disparo en la cabeza. Clenent basó su defensa en la teoría de que la víctima se había disparado a sí mismo accidentalmente. Y quiso demostrarlo ante el tribunal. Hay que decir que el abogado llevaba dos pistolas. La de uso diario, cargada, y la que había preparado para la demostración, sin balas. Pero como ya hemos adelantado, en un acto de torpeza nunca antes concoido, se equivocó y cogió el arma cargada. Su carrera como letrado acabó con un agujero en la sien.
En este caso, la culpa de la muerte de este explorador estadounidense la tuvo una tropeza ajena. En 1874, durante su escala en una isla del Índico ocupada por los británicos, el gobernador quiso honrar a su visitante con unas salvas de honor. Dichas salvas se dispararon desde un cañonero británico anclado en la bahía. Con tanta puntería que uno de los proyectiles hizo saltar al pobre Kendrick en pedazos.
Este mozetón fue una efímera estrella ochentera. Quizás le recuerden por haber protagonizado una serie de tv junto a Jennifer O´Neill titulada Camuflaje. El caso es que lo tenía todo para triunfar, pero el 18 de octubre de 1984 le dio por hacer el tonto durante un descanso en el rodaje. Cogió una Magnum 44 y fingió que se suicidaba, a modo de broma, se entiende. La pistola estaba cargada con cartuchos de fogueo, pero Jon la acercó demasiado a su cabeza y la detonación le fracturó el cráneo, con tan mala fortuna que algunos pedazos se incrustaron en su cerebro causándole la muerte.
Como escritor, el autor de El almuerzo desnudo es un mito para muchos lectores. Pero como personaje era de un estrafalario que en ocaisones rozaba lo patético. Y sino que se lo pregunten a la que fue su mujer, Jane. Bueno, para preguntársleo tendrán que usar la ouija porque en 1951, mientras el matrimonio pasaba sus vacaciones en México, al novelista (un poco «pasado» por el abuso de sustancias psicotrópicas) le dió por jugar a Guillermo Tell. Colocó una manzana sobre la cabeza de su mujer y disparó con una pistola. Y acertó… pero entre los ojos de su esposa. Requiescant in pacem.