Historias del celuloide para ver que la realidad supera a la ficción
Stalin también adoraba los musicales. Por eso promovió el rodaje de varios en el cine soviético, y él mismo compuso una canción para uno titulado La porqueriza y el pastor (1941), cuya letra decía: “Una canción alegra el corazón/ que alguna voz te ha arrebatado./ Todos los pueblos grandes y pequeños adoran esta melodía/ mientras las grandes ciudades cantan la canción”.
La película más larga de la historia dura 87 horas, o sea, 3 días y 15 horas. Se rodó en 1987 y se titula Tratamiento contra el insomnio. El título no puede ser más adecuado, ya que la cinta consiste en un plano secuencia del poeta Lee Groban leyendo una composición de 3.400 páginas. Solamente se ha proyectado íntegra una vez.
Sigmund freud pudo ser el guionista mejor pagado de la historia. En 1933, el productor David O. Selznick le ofreció un cheque en blanco para que le contara las psicopatías de sus pacientes, convencido de que había material para muchas películas. Pero Freud lo rechazó porque no le pareció ético.
La actriz más asesinada en la pantalla fue la francesa Paula Maxa. Durante los años del cine mudo se especializó en papeles de víctima, de tal forma que la apodaron “la Sarah Bernhardt de la muerte”. A lo largo de su carrera fue “asesinada” en 358 ocasiones, muchas de ellas, de forma espantosa.
Bruce Lee ha sido el único actor que tuvo clones. La estrella de las artes marciales solo protagonizó cuatro películas antes de su prematura muerte, en 1973. Para exprimir el filón al máximo, las dos grandes productoras de Hong Kong (Shaw Bros y Golden Harvest) rodaron varias decenas de filmes protagonizados por dobles del actor, a los que bautizaron con nombres como Bruce Le, Bruce Li, Bruce Liu… Alguno daba el pego, otros no se parecían en nada, e incluso hubo uno que ni siquiera era chino.
Inchon: la única película producida por mandato divino. Un día de 1978, el reverendo Sun Myang Moon, fundador de la Iglesia de la Unificación, conocida popularmente como la secta Moon, sufrió un ataque de tristeza. Empezó a llorar de forma desconsolada y las lágrimas solo pararon cuando, impulsado por una fuerza desconocida, entró en un cine de Seúl. El reverendo lo interpretó como una señal divina que le indicaba que debía producir una película. Por eso, invirtió casi todo el capital de su Iglesia en producir Inchon, un filme sobre la Guerra de Corea. No repararon en gastos, y el reparto lo encabezaron Laurence Olivier, Ben Gazzara, Jacqueline Bisset y Toshiro Mifune. Pero el reverendo Moon quizá interpretó mal la voluntad divina, porque la película solo recuperó 2 millones de dólares de los 104 que costó. Hoy, figura como el segundo mayor fracaso comercial de la historia del cine.
Algunos gánsters fueron grandes cinéfilos. Al Capone acudió personalmente a ver Scarface (1932), filme de gánsters inspirado en su vida. Y a John Dillinger le acribilló el FBI cuando salía de una sala en la que proyectaban otra película que resultaba de lo más apropida para él, El enemigo público número uno (1934).
Ya no se hacen películas para enanos, pero hubo un tiempo (la década de 1930) en que sí se filmaron varias. La más famosa fue The terror of Tiny Town (1938), un western protagonizado exclusivamente por actores liliputienses que se disparan, emborrachan, pelean, y cabalgan por la pradera montados (cómo no) en ponis.
Vaqueros turcos. No todas las películas del Oeste son americanas; ni siquiera italianas, o españolas. Más allá del spaguetti o el gazpacho western, existe también el kebab western. En los 60, los turcos filmaron casi dos decenas de películas de este tipo. La primera, Kanunsuz Kahraman, en su versión internacional se tituló Ringo Kid.
Cambios de sexo. Kenji Mizoguchi, uno de los maestros del cine japonés, comenzó su carrera como oyama, nombre que reciben los actores nipones especializados en interpretar papeles femeninos. Curiosamente, en Japón también existe un género llamado takarazuka, en el que solo actuan mujeres, que interpretan incluso los papeles masculinos. Precisamente, el primer filme en color rodado en el país nipón fue una versión de Carmen con reparto exclusivamente femenino.
La saga cinematográfica más larga. Lo de Rambo IV es una menudencia comparado con las ¡83 películas! que los japoneses han rodado sobre Tora-San, el personaje más longevo de toda la historia del cine, interpretado por el actor Kiyoshi Atsumi. Cuentan las aventuras de un vagabundo patán, y la primera se filmó en 1968.
Parejas imposibles. El estreno de Alien contra Predator 2 ha servido para resucitar un viejo subgénero: el crossover, que consiste en juntar a dos mitos en una misma historia. Así, hubo un Drácula contra Frankenstein, un Drácula se encuentra con Billy el Niño y hasta un Bruce Lee contra Emmanuelle, un dislate en el que no salían ni Sylvia Kristel ni el astro oriental, y que mezclaba las artes marciales con el blandiporno.
La primera película sonora fue El cantor de jazz (1929). Realmente, la parte hablada del filme se reducía a solo tres escenas que no superaban los diez minutos en total. Por aquel entonces se creía que el sonido en el cine era una mera curiosidad y que nadie sería capaz de soportar una cinta totalmente dialogada, con los actores hablando durante casi dos horas.
Cine que huele. En 1959 se estrenó en Los Ángeles Scent of Mistery, un filme de intriga en el que la clave del misterio estaba en la colonia que usaba el asesino. Por eso, se proyectó con un nuevo formato llamado Smell-O-Vision (Arorama en español), y que era una máquina que rociaba la sala con unos polvillos que reproducían los distintos aromas de la pelícua. El problema fue que a mitad de la proyección eran tantos los olores que flotaban en el aire que resultaba imposible diferenciarlos.
Tras el fracaso del arorama se idearon otros sistemas para atraer al público a las salas. Como el Sensurround, estrenado con el filme Terremoto (1975), que hacía vibrar las butacas y simulaba un temblor, y el Tingler, que soltaba un calambrazo en el trasero del espectador durante la proyeccción de 13 fantasmas (1960).
En España todo fue más artesanal. Así, cuando se produjo el tránsito del cine mudo al sonoro, las salas que aún proyectaban cintas silentes contrataban “comentaristas” para que amenizaran la función. Eran tipos graciosos que, o bien narraban la película con ripios (del estilo de: “Iré yo, dijo Teresa, nombre de la vampiresa”), o la rellenaban con comentarios chistosos.
La película más cara es la versión rusa de Guerra y paz dirigida por Serguei Bondarchuk en 1968. Calculando el coste de la inflación, la cinta necesitó una inversión equivalente a 560 millones de euros.
Los mormones produjeron Plan nueve desde el espacio exterior (1959), una película de Ed Wood, con la condición de que el director, los actores y los técnicos se bautizaran.
Francis Ford Coppola comenzó su carrera dirigiendo (bajo seudónimo) nudies, que es como se llamaba a los viejos filmes eróticos. El más famoso es The whorehouse of mountain (El burdel de la montaña), donde Frankenstein, Drácula y el Hombre Lobo ejercen de mirones en un lupanar.
El auténtico beneficio de las salas de cine ya no se obtiene con la venta de entradas, sino con la de palomitas y refrescos, que suponen hasta el 45% de sus ingresos.