Aquí van algunos ejemplos más, de gente que se hizo rica de la forma más increíble.

¿Vender neveras en el Polo Norte? Algo parecido fue lo que hizo el británico Elias H. Derby (1739-1799). En principio, comerciar con lana en el Sudeste asiático no parecía buena idea. Pero él hizo una fortuna vendiéndosela a mercaderes orientales que luego la revendían en Siberia. Igualmente, ganó muchísimo dinero con un cargamento de carbón que envió a la ciudad minera de Newcastle, y que tuvo la virtud de llegar coincidiendo con una huelga que detuvo la producción.

Vendo gatos. Ser casi analfabeto no fue impedimento para que el escocés Timothy Dexter (1748-1806) amasara una fortuna con los negocios más extravagantes. Desde traficar con sartenes en las llamadas Indias Orientales (los fabricantes de caucho se las quitaban de las manos para usarlas como cucharones), hasta vender centenares de gatos callejeros en las islas del Caribe, que estaban infestadas de ratas.

Negocio alcohólico Max Gerlach nació en Nueva York y fue vecino de Francis Scott Fitzgerald. Se dice que fue el personaje que inspiró a este para crear El gran Gatsby. Comenzó trabajando como mecánico, pero su fortuna la hizo traficando con alcohol en plena Ley Seca. Se hizo millonario vendiendo bebidas a los ricos de Long Island para sus fiestas privadas. Ganó tanto dinero que se mudó al mismo vecindario que sus clientes.

Ponga una granja de llamas El industrial boliviano Simón Iturri Patiño (1862-1947) se enriqueció gracias a sus minas de estaño y llegó a ser el mayor productor mundial. Pero el dinero para abrir su primera explotación lo ganó con una idea feliz: abrir en Bolivia la primera granja de llamas, especie que comenzaba a escasear en el altiplano. Iturri pasó de criar una decena de estos animales a varios centenares. Se los vendía a los indígenas, que los usaban en sus ritos religiosos y como dote de las novias.

Corsés de barba de ballena Cuando el estadounidense Stephen Girard (1750-1831) adquirió durante un viaje por el Pacífico un cargamento de barbas de ballena, sus conocidos pensaron que había enloquecido. En un primer momento, aquel material adquirido por un impulso aparentemente irreflexivo parecía carecer de utilidad alguna. Pero Girard supo sacarle rentabilidad de sobra vendiéndolo como materia prima para fabricar corsés, e iniciando así un negocio muy prospero.

Vender vulgares rastrojos Las ideas descabelladas pero asombrosas no son patrimonio de la Antigüedad. En 1999, Linda Katz, ciudadana de Nebraska, decidió poner a la venta aquello de lo que la naturaleza la proveía generosamente: esas típicas plantas rodantes que aparecen en las ciudades fantasma de las películas del Oeste. ¡Pues se las quitan de las manos! Sus clientes van desde la NASA (para usarlas en experimentos) a productoras de cine, pasando por simples nostálgicos del far west.

Ser un manitas Desde niño, a Sakichi Toyoda le atrajo la mecánica. Veía un reloj y lo despiezaba para conocer su mecanismo. Esa habilidad hizo que inventara un dispositivo para el telar de su padre, que hacía que las máquinas se detuvieran al detectar un fallo. Ganó una fortuna al venderlo a una compañía americana. En 1910 invirtió su dinero en un invento que descubrió en un viaje a EEUU: el automóvil. Murió antes de ver fabricado su primer coche, pero fundó una empresa que haría historia, Toyota.

Descubrir un istmo

Carlos Fermín Fitzcarrald. Comerciante peruano nacido en 1862, conocido por descubrir el istmo amazónico que lleva su nombre. Una expedición épica en la que llegó a transportar un barco a través de una montaña. El esfuerzo fue recompensado, porque se enriqueció cobrando un peaje a todas las mercancías que circulaban por la ruta que descubrió.

 

Escribir libros de autoayuda

Nacido en 1832, Horatio Alger fue el padre de la literatura de superación. Se hizo millonario escribiendo libros con recetas para alcanzar el éxito. Fórmulas tan sencillas como levantarse antes que el resto de la gente, trabajar una hora más, ser perseverante… Curiosamente, tal y como relató Mark Twain en un artículo titulado Alger el embustero, el autor no predicó con el ejemplo, ya que jamás se despertó antes de las once de la mañana.

Especulando en bolsa

Considerado el mejor especulador de todos los tiempos, Jesse Livermore fue capaz de prever el crack de 1929. Se hizo inmensamente rico vendiendo las acciones acumuladas la semana anterior a la del hundimiento de Wall Street. Así, mientras el resto del país se empobrecía, él ya se había deshecho de todo su lastre financiero, facturando 100 mill. $ de aquel entonces. “¡Un visionario!”, dirán algunos.

 

Trucar las apuestas

Arnold Rothstein fue el corredor de apuestas que en 1919 organizó el Escándalo de la Medias Negras, el mayor de la historia del béisbol. Sabiendo que los jugadores del equipo Medias Blancas de Chicago estaban enemistados con el propietario, les propuso perder adrede y apostar contra ellos mismos. Se forraron.

 

El primer todo a cien

De Heshen, almirante chino nacido en 1746, se afirma con cierto humor que fue el creador del negocio de las tiendas de todo a cien. Cuando se retiró de la Armada de su país, creó una enorme flota privada con la intención de vender productos de artesanía china en el resto del mundo, y fundó pequeñas tiendas en los puertos del Pacífico y el Índico. En unos pocos años amasó una fortuna vendiendo sus mercancías a los marinos y viajeros europeos.

Exportar hielo

Nacido en 1783 en Boston, Frederic Tudor tuvo la idea que le hizo millonario cuando su hermano William bromeó sobre aserrar trozos de hielo de un lago congelado para venderlos en el Caribe. Frederic compró un barco y fletó un cargamento rumbo a la Martinica. Pero la fortuna no le sonrió en esta ocasión, ya que los lugareños no estaban por la labor de refrescar las bebidas con trozos de hielo. Frederic decidió cambiar de destino y su siguiente cargamento se dirigió a Calcuta. Y aquí sí que se lo quitaron de las manos. Durante décadas, Mr. Tudor tuvo el monopolio del comercio de hielo con la India.

Construir un ferrocarril

Cuando alguien le dijo a Jason Jay Gould: “Vaya al Oeste, joven”, y él decidió hacerle caso, todos pensaron que estaba loco. ¿Quién iba a querer ir a un sitio poblado por nativos salvajes y forajidos? Pero este empresario no les hizo caso, y en 1862 invirtió su dinero en fundar el Union Pacific, para unir la costa este de EEUU con la oeste. El negocio parecía destinado a la ruina hasta que el descubrimiento de oro en California hizo que miles de personas quisieran trasladarse allí.

Souvenirs indios

Pierre Minuit fue un explorador holandés que se hizo célebre en 1626 por comprarles a los indios delawares la isla de Manhattan por el equivalente a 24 dólares actuales. Por esa “hazaña” fue recompensado con un título que le reportaba una renta millonaria de por vida. No satisfecho con ello, comenzó a fletar barcos que llevaban a Holanda tabaco y souvenirs de los pieles rojas.

 

Vender biblias

Con ese apellido, Robert Dollar (1844-1932) estaba destinado a ser millonario. Este marino, que conocía bien los puertos asiáticos, supo que los misioneros que allí vivían andaban escasos de biblias. Dollar se dedicó entonces a suministrarles libros sagrados, un negocio que le dio jugosos beneficios. Con ellos compró un barco, con el que abrió la primera ruta regular entre EEUU yJapón, y se convirtió en el principal magnate naviero de su época.

Inventar el coche cama

Viajar de noche en tren era algo incómodo, que obligaba a dormir sentado, hasta que en 1864 George Pullman tuvo la idea de crear el primer coche cama. Pullman comenzó su carrera haciendo ataúdes, pero pensó que podía ser un buen negocio fabricar vagones con camas para que los viajes fueran más cómodos. Paradójicamente, el primer coche cama que diseñó se lo compraron al momento, pero no para llevar pasajeros vivos, sino para trasladar el féretro de Lincoln.

Descubrir un paraíso

Antes de que el promotor inmobiliario Carl G. Fisher descubriera su potencial, Florida era uno de los estados menos visitados de EEUU. Pero en 1920, Fisher publicó un anuncio en la prensa de Nueva York, Chicago y Los Ángeles que decía: “Siempre es junio en Miami. Ven a conocernos”. A partir de ese momento, se hizo millonario vendiendo las parcelas que, meses antes, había adquirido a precio de risa.

 

Tráfico de opio

Nacido en Alemania en 1763, pero emigrado a EEUU, John J. Astor fue un visionario que intuyó el potencial de negociar con China. Se enriqueció comprando pieles a los tramperos de Missouri, para venderlas luego en el país asiático. Parte de sus ganancias las invertía a su vez en comprar opio, sustancia con la que proveía tanto a los hospitales como a los fumaderos americanos. Los beneficios de este tráfico los reinvirtió en bienes inmuebles, con los que se convirtió en el hombre más rico de su tiempo.

Inventar la venta a distancia

Muchísimo antes de que existiera internet, en 1872, el negociante de Chicago Montgomery Ward inventó la venta por correspondencia. Ward observó que los habitantes de las zonas rurales ansiaban comprar los productos que se vendían en las ciudades. Por eso, creó un catálogo de venta por correos que, inicialmente, él mismo se encargó de distribuir personalmente por las localidades cercanas. En solo dos años, vendía ya sus productos a todo el país.

 

 

Loción anticalvicie

Madame C. J. Walker está considerada la primera mujer rica de raza negra. Por causa de una enfermedad, estuvo a punto de quedarse calva. Para evitarlo, fabricó una loción casera contra la caída del cabello que empezó a vender entre sus vecinos. El rumor de que el preparado funcionaba hizo que un laboratorio le comprara la fórmula a cambio de unos royalties millonarios.

 

 

Aprovechar la grasa

Apodada “la bruja de Wall Street”, Hetty Green (1834-1916) llegó a ser la mujer más rica de su tiempo, y también la más avara. Heredó una compañía naviera, pero ella decidió reconvertir aquellos mercantes en buques balleneros. Su idea era vender la grasa de los cetáceos para uso industrial. Y tuvo éxito, ya que llegó a amasar una gran fortuna. Pese a eso, siempre vistió como una mendiga, y cuando sus hijos enfermaban, los llevaba a un hospital de caridad para no gastar ni un dólar.

 

Experimentar con el barro

La feliz ocurrencia de Josiah Wedgwood, un modesto alfarero británico, fue fabricar, en 1739, un nuevo tipo de cerámica dotada de un esmalte brillante y lujoso que bautizó como vidrio verde. Su socio le aconsejó no perder el tiempo con aquellos experimentos aparentemente inútiles. Pero, inesperadamente, la reina Carlota pasó un día por delante de su tienda y quedó prendada de aquellas piezas. Desde entonces, el negocio no dio abasto.

 

Qué bonito es el amor… adúltero

El fundador de la multinacional Nintendo, Fusajiro Yamauchi, comenzó su negocio en 1889 fabricando cartas para un juego de mesa llamado hanafuda, muy popular en Japón. Pero su fortuna la hizo gracias a un amigo que le contó los problemas que tenía para encontrar un lugar seguro donde mantener una relación adúltera. Fusajiro se enriqueció creando una red de “Hoteles del amor” para parejas infieles. Con ese dinero, sus descendientes se dedicaron a fabricar juegos.

3 negocios ¿tontos?

Que hicieron ricos a sus promotores contra todo pronóstico, según la web especializada NicheGeek.com.

Lasermonk. Empresa creada por el prior (en la foto) de una abadía de monjes cistercienses de EEUU, que fabrican sus propios cartuchos de tinta para impresora. Facturaron 2,5 millones de dólares en un año.

The million dollar homepage. Creada por un joven estadounidense que decidió vender por un dólar el millón de píxeles de su web. Ganó un millón de dólares.

SantaMail. El creador de esta web se ha convertido en Santa Claus . Envía emails a los niños firmados por Papá Noel y cobra a sus padres 10 dólares por mensaje. Ya ha vendido 200.000 cartas.