Kazuki Yamamoto ha pasado al mundo de los cafeteros exquisitos desde que sirve los capuchinos del establecimiento donde trabaja (en Osaka, Japón) adornados con figuras en relieve hechas de espuma de leche. Lo asombroso es que son piezas numeradas, ya que nunca repite el mismo animal –los hay reales y ficticios–, así que ya lleva unas 2.000 obras maestras que se han tragado sus asombrados clientes.
Este artista de 26 años emplea una varilla de remover cócteles y una cuchara para moldear la espuma, y colorea la fisionomía con el cacao preceptivo del café italiano. Su ritmo de trabajo es artesanal, así que logra rematar tres “especímenes” al día. Lo gracioso es que el joven camarero se dedicó a ensayar a escondidas en sus ratos de descanso y al cerrar.