Ser impacientes constituye un factor de riesgo para nuestra salud tanto física como mental. Además de generar frustración, angustia, estrés acumulado, trastornos psicosomáticos y deterioro de las relaciones personales y laborales, la impaciencia aumenta la hipertensión. Una investigación en la Escuela Feinberg de Medicina de la Universidad Northwestern de Chicago determinó que la actitud impaciente, así como agresiva u hostil, durante la juventud aumenta el riesgo de padecer hipertensión en la edad adulta y, por tanto, cualquiera de los problemas asociados con la tensión alta, no relacionados con otros factores, como la tensión sistólica, masa corporal, sexo, edad, nivel de actividad física y consumo de alcohol. Si puedes esperar a terminar este reportaje, aprenderás las claves para darle tiempo al tiempo y obtener mejores resultados en tus tareas.
Al final de la vida, remanso de paz
El ser humano aprende a ser paciente con la llegada de la madurez. En ese momento, los sentimientos se sosiegan y el tono de las emociones se vuelve positivo, de acuerdo con un estudio de la Universidad de Texas, en Austin. La ansiedad y la ira empiezan a desaparecer a partir de los 60 años, y tienden a desarrollarse características psicosociales positivas que mejoran la comunicación con el entorno.
A fuego lento
Desde cualquier parte del mundo surgen iniciativas para desafiar la impaciencia y saborear la vida.
Città slow. Se trata de una red de ciudades que desde 1999 propugnan una vuelta a la tradición, el pequeño comercio, la vida sosegada y la agricultura sostenible frente al desenfreno urbanístico.
Slow Food. El cocinero italiano Carlos Petrini se propuso hace tiempo que sus clientes, una vez en la mesa, detuvieran el reloj y aprendieran el deleite de un buen vino, una exquisita comida y una larga sobremesa.
La siesta española, tan recomendada por los profesionales de la salud, ya tiene su versión estadounidense: the power nap.
Plataforma Diez Minutos, que reclama una atención médica de al menos diez minutos para cada paciente.
Yoga, Pilates y técnicas orientales para mantenerse físicamente relajados y, a la vez, atentos.
Desde la infancia
A los niños se les pone todo a su alcance, sin enseñarles a asociar esfuerzo y resultado. Hay formas de cultivar su paciencia:
Demorar la obtención de recompensas y no atender inmediatamente sus caprichos o deseos.
Inculcarles el hábito de la lectura.
Enseñarle técnicas básicas de relajación.
Aliviar la espera con tareas que tengan una recompensa inmediata: un dibujo, una sopa de letras…
Procurar que no emprenda tareas antes de concluir las que tiene ya iniciadas. El orden es fundamental para aprender la paciencia.
Lidiar con la frustración es vital para forjar su personalidad.
Involucrarles en tareas cuyos resultados se verán a medio o largo plazo.