Todo aquel que tenga previsto este verano subir al monte Roraima recibirá, a la entrada del parque venezolano de Camaina, declarado Patrimonio Natural de la Humanidad, un tubo de PVC sellado de unos 20 centímetros de largo junto a 250 gramos de cal. Roraima es uno de los lugares más antiguos de la corteza terrestre, explorado solo a finales del siglo XIX. Una delicada joya que hay que preservar. Así, cada visitante tiene la obligación de colocar sus excrementos en una bolsa con cal que luego se ubica en el recipiente de PVC. Y regresar con el tubo a casa. La norma, de obligado cumplimiento, esconde una realidad que han constatado las autoridades de este pulmón verde: minimizar el impacto que genera el cada vez mayor número de visitantes en la cima del Tepuy. “A pesar de ser materia orgánica que se descompone, no queremos en estas tierras nada que no sea autóctono”, argumentan desde el parque venezolano. Dejar en el “paraíso” semillas que vengan de otro lugar podría producir un enorme daño.

En las Galápagos también se lo están tomando muy en serio. Estas islas que hizo famosas Charles Darwin recibían 20.000 turistas hace 30 años. El año pasado, 190.000 personas las visitaron. En 2012, una ley se propuso limitar lo que se conoce como “marea humana”. El nuevo código penal ecuatoriano incluirá como delito el tráfico no solo de fauna, sino también de flora. Hasta tres años de cárcel por llevarte cualquiera de las más de cuatrocientas especies de plantas autóctonas.

La ruta del papel higiénico

Un estudio llevado a cabo por United Nations Environment Programme repasa los daños del turismo, que son de todo color. Por ejemplo, se estima que los cruceros en el Caribe producen más de 70.000 toneladas de residuos cada año. En las zonas montañosas, el informe destaca que hay senderos en los Andes peruanos y en Nepal, frecuentemente visitados por los turistas, que se conocen como “senda de las latas” y “ruta del papel higiénico”.

Los gases que emiten los turistas al respirar sirven de alimento para las bacterias que dañan las pinturas de las cuevas de Altamira

Debido a la acumulación de residuos humanos que nadie se encarga de recoger. Según la Organización Mundial del Turismo, el año pasado se desplazaron, a pesar de la crisis, 1.087 millones de turistas de punta a punta del globo, 55 millones más que el año anterior. Y para 2014 se espera un incremento del 4%. “Puesto que no se puede ni se debe poner un policía detrás de cada persona, lo que hay que hacer es mejorar la gestión de los espacios turísticos”, sugiere Miguel Ángel Troitiño, catedrático del Departamento de Geografía Humana de la Universidad Complutense de Madrid. Al frente del grupo de investigación de la Alhambra, ha constatado que, para minimizar los actos vandálicos, lo ideal es que los grupos de visitantes sean más reducidos. Y Troitiño avisa: ““Cada año visitan la Alhambra dos millones y medio de personas. Si no caben más, hay que decir basta”. En ocasiones, para salvar el original de la agresiva presencia de turistas es necesaria la copia, una práctica cada vez más común.

Altamira es un enfermo

Las cuevas de Altamira son el mejor exponente de esta necesidad. Gaël de Guinchén, el director científico del programa de investigación que se desarrolla en Altamira, lo explicó así: “La cueva es como un enfermo”. Para saber su estado de salud: “Se aspira el aire del interior con un filtro, después se cultiva y se puede medir cómo está de contaminado”. Si la contaminación biológica es excesiva, las pinturas se dañan. Y esa contaminación biológica la puede provocar la propia respiración de los visitantes. Altamira reguló por primera vez las visitas en 1972, pero en septiembre de 2002 se decidió su cierre. La causa era que la contaminación producida por la respiración de los visitantes (hasta 270.000 en un año) era un abono para las bacterias que contaminan sus paredes. Estos microorganismos necesitan el dióxido de carbono para vivir. Y los gases emitidos por la respiración de los turistas (CO2, pero también vapor de agua, por ejemplo) eran para ellas un alimento vital. Así, empezaron a aparecer manchas que amenazaban las pinturas. La reproducción de las cuevas ha salvado las originales. “Lo único que no ofrecemos es la emoción de estar viendo la auténtica”, explica José Antonio Lasheras, director del Museo de Altamira. Pero en el caso de la cueva más famosa del mundo, su cierre fue considerado por los expertos como absolutamente necesario. “La sociedad pone límites a todo, y el patrimonio natural y cultural forma parte de estas limitaciones. Lo deseable sería que los cuadros del Prado no se expusieran en el museo, sino en el mismo paseo, pero es inviable. Ahí está el límite”, argumenta José Antonio.

Una señora se llevaba en la camiseta 4.000 años de historia

Factum Arte, una empresa española, acaba de realizar un facsímil exacto de la tumba de Tutankamón, que se abrió al público el pasado 1 de mayo. Se trata de la reproducción a escala real más exacta jamás realizada, utilizando tecnología digital en 3D. ¿El objetivo? Preservar la tumba original.

Egipto es uno de los lugares que más sufre. “He vivido de todo. Gente que se sube a la pared, que apaga los cigarros en las reliquias y que se apoya en las paredes con la camiseta sudada”, recuerda Susana Alegre, doctora en Historia del Arte por la Universidad de Barcelona y egiptóloga. “Incluso he visto a una señora quejarse porque se le había manchado la camiseta de pintura. ¡Y se estaba llevando en la prenda 4.000 años de historia!”, se lamenta.

En 2013, tres turistas alemanes dañaron una cámara de Keops, y también ese año tres amigos rusos alcanzaron la cima de esa misma pirámide. Después, escribían en su blog: “Trepamos por las losas de piedra de uno de los edificios más antiguos de la humanidad mientras escuchábamos el eco de la oración en Giza”. Según la legislación del país, los intrépidos escaladores podrían ser juzgados y condenados hasta a tres años de cárcel por atacar al patrimonio.

De hecho, la historia del turismo en Egipto se podría estudiar a través de sus graffitis. “Hay una tendencia natural a garabatear desde la época de los romanos y los griegos. Los primeros turistas que viajaron a Egipto ya dejaron su impronta en forma de graffiti sobre estas piedras milenarias”, cuenta la egiptóloga.

La muralla se acorta

Solo un tercio de los 6.350 kilómetros de la Gran Muralla china existe en la actualidad. La culpa, en parte, es de los diez millones de visitantes anuales que pasean por ella. Las autoridades chinas han prometido mayor control.

En la cima

“Sentí una alegría escalofriante, una felicidad absoluta”, relató Mister Barat en su blog. Junto a dos amigos, este fotógrafo ruso escaló la pirámide de Keops para luego contar su aventura. Tardaron solamente veinte minutos en lograr la proeza, sin que la policía se enterara de nada.

Ataque a la Gioconda

La Mona Lisa ha sufrido más de un ataque. Si en 1911 Vicenzo Peruggi la robó y escondió durante dos eternos años, mucho más tarde, en 2009, una turista rusa le lanzó una taza de té de porcelana. No ocurrió nada, puesto que el lienzo de Leonardo da Vinci está dentro de una urna de cristal blindado que la protege incluso de los posibles disparos de armas de fuego.

Subirse a una estatua

Un estudiante se subió a la estatua del Sátiro Borracho, del año 220 a. C., y la rompió. La Academia de Bellas Artes de Brera, en Italia, ha prohibido hacerse selfies. En la imagen, una mujer sobre el busto de Roosevelt, en Washington.

El símbolo no se toca

Mucho tiempo les costó a los franceses asumir que una turista desequilibrada garabateara con un rotulador la inscripción “AE911” sobre la famosa obra La libertad guiando al pueblo, de Delacroix.

La oreja robada

El turista finlandés Marko Kulju, de 26 años, decidió llevarse a casa un recuerdo muy particular: la oreja de uno de los 400 moáis de la isla de Pascua. Tuvo que abonar una multa cercana a los diez mil euros, y se salvó de la cárcel por los pelos.

Sin dolo

En 2007, una turista agujereó la obra del siglo XVII Menzogna, del pintor Salvator Rosa, expuesta en la Galleria degli Uffizi de Florencia. Las cámaras del museo localizaron a la mujer. En estos casos, el seguro del museo cubre el daño.

Picasso espray

Llegó al museo Menil de Houston con gafas de sol y espray, se plantó delante de Mujer en sofá rojo, de Picasso, y pintó un toro junto a la palabra “conquista”. Afortunadamente, una mujer grabó con cámara el acto vandálico y avisó a la policía.

Visita experimental a Altamira

La cavidad está abierta a cinco personas cada semana, que deben utilizar monos desechables, gorro, mascarilla y calzado especial que el propio museo les facilita. Y solamente durante 37 minutos.

graffitis

“Ding Jinhao estuvo aquí”, reza el mensaje que un estudiante chino de 15 años dejó grabado para la posteridad en el templo de Lúxor (imagen de la izquierda). La fotografía, tomada por otro compañero, se hizo viral en la red y obligó al Gobierno chino a pedir disculpas.

Desnudos en Perú

En Machu Picchu se ha convertido en algo habitual fotografiarse desnudos en lo alto de las ruinas. Las autoridades de Perú se han propuesto tomar medidas serias ante esta nueva moda: además de la expulsión de los turistas, habrá sanciones económicas.

Redacción QUO

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