Diviértete o muere, o al menos eso podríamos deducir de las últimas investigaciones que aseguran que tener sentido del humor puede mejorar tu salud, ayudarte a quedarte embarazada e incluso salvarte la vida. Una, publicada en Journal of Organizational Behavior, argumenta que reírse reduce la rigidez de las paredes arteriales propia de sujetos con enfermedades cardiovasculares. Otra, de la Universidad de Newcastle, que un viejo payaso consiguió mejorar la función pulmonar en pacientes con obstrucción crónica, y otra más, publicada en Fertility and Strerility de mayo de 2011, que las mujeres que se someten a una fecundación in vitro tienen un 16% más de posibilidades de tener éxito si están de buen humor.
Y según una investigación de 2005, incluso ver un capítulo de la serie Friends es más eficaz para sentirnos bien que practicar un ejercicio físico intenso durante el mismo tiempo.
Risa sana in corpore sano
“Está demostrado científicamente que la risa reduce el estrés, tiene un efecto ligeramente analgésico, parecido al de una aspirina, y que un sentido del humor positivo mejora la salud mental, es decir, reduce la posibilidad de sufrir una depresión, mejora la autoestima, etc”, asegura Eduardo Jáuregui, profesor de la Universidad de Saint Louis, autor de El sentido del humor: manual de instrucciones, y co fundador de la consultora Humor Positivo. Sin embargo, y a pesar de lo que se ha dicho, no está probado que cure enfermedades.
Uno de los que más ha contribuido a extender esta creencia es el periodista norteamericano Norman Cousins y su libro Anatomía de una enfermedad. En él cuenta cómo superó una espondilitis anquilosante (una artritis grave y muy dolorosa que afecta a las articulaciones de la columna vertebral) gracias a un tratamiento que él mismo se recetó en contra de la opinión médica: ver películas de los hermanos Marx y tomar alimentos con vitamina C.
“Hoy en día, los expertos de esta enfermedad creen que en el caso de Cousins hubo un error de diagnóstico y realmente no padecía esta enfermedad. Científicamente no se ha demostrado que la risa o el sentido del humor tengan un efecto curativo. También se ha apuntado que tiene diversos efectos sobre el sistema inmunitario, pero esto tampoco está demostrado. Hay estudios que avalan y refutan esta teoría en la misma medida. De hecho, de lo que sí hay evidencia científica es de que quienes tienen mejor sentido del humor viven menos y tienen peor salud. ¿La explicación? Según los investigadores, resulta que quienes tienen mejor humor llevan un estilo de vida más hedonista y los excesos que esto supone traen consigo mayor deterioro de la salud”, apunta Jáuregui.
De hecho, una investigación realizada entre agentes de policía finlandeses determinó que los más divertidos fumaban más, pesaban más y tenían más posibilidades de desarrollar una enfermedad cardiovascular que sus compañeros.
Para Begoña Carbelo Baquero, profesora del Centro Universitario de Ciencias de la Salud San Rafael-Nebrija: “Al buen humor, desde la psicología, se lo considera una emoción positiva. Minimiza la ansiedad y el estrés en un mundo en el que la mitad de la población los padece, y facilita las relaciones sociales. ¿Eso es salud? Creo que sí”. ¿Y qué nos provoca la risa?
La química del humor
Según Natalia López, catedrática de Bioquímica y Biología molecular de la Universidad de Navarra: “Al escuchar un chiste, el cerebro procesa el lenguaje y, cuando la historia toma un giro absurdo, la ‘central de errores’, situada entre los dos hemisferios, detecta la equivocación y sincroniza lo lógico y lo ilógico de la narración. Además, como recompensa, se libera dopamina, una hormona que genera una sensación de regocijo que se termina somatizando en una carcajada”.
Que hay un mecanismo biológico está claro, pero no hay ni mucho menos consenso científico sobre qué lo desencadena. A pesar de que ya Platón y Aristóteles tenían tratados para entender qué es la risa, la comedia, el ridículo y el mecanismo que nos hace reír, los científicos siguen sin ponerse de acuerdo y hay cientos de teorías sobre el tema. “El problema es que la mayoría explica un tipo de humor, pero otros no”, asegura Jáuregui.
Una de las más extendidas, la teoría de la agresión o la superioridad que defendía Thomas Hobbes, asegura que nos reímos de aquellos que pensamos que son inferiores a nosotros por algo que han hecho o dicho o por una característica personal. Algo que comparte Fernando Pérez, guionista de la serie Aída, cuyo éxito la ha mantenido en antena nueve años: “Según mi experiencia haciendo humor, una cosa que funciona siempre es reírse de las desgracias ajenas; reírnos de algo malo que le pasa a otra persona, siempre que no nos afecte a nosotros. Por eso, los personajes de comedia, como la nuestra, están repletos de grandes miserias. Como se suele decir, ‘en el drama está la miseria’. Nadie se ríe de una persona totalmente feliz, con éxito en la vida y una existencia fácil. El humor es un mecanismo de defensa, y nos alivia ver que otros están peor que nosotros”. Otra, la teoría de la incongruencia defendida por Kant y Schopenhauer, explica que el humor se produce cuando esperamos que suceda algo y en su lugar pasa otra cosa que no nos cuadra, que nos sorprende. Es lo que sucede a menudo en los monólogos. Amando Cabrera, guionista de El Club de la Comedia y autor de célebres monólogos como el de las pinzas de la ropa y los gusanos de seda, asegura: “El éxito de estos programas consiste en poner la realidad de cualquiera ante un espejo y ver la parte de absurdo que tienen. Se trata de ver el lado cómico de lo cotidiano”.
Por su parte, Freud, en la denominada teoría de la catarsis, aseguró que el humor es una forma socialmente aceptable de liberarnos, de hablar de cosas que son tabú, de descargar la tensión que acumulamos. En esta teoría podríamos agrupar, por ejemplo, todos los chistes sobre sexo, racismo, etc. Amador Moreno, actualmente guionista de Zapeando, el programa de humor de las sobremesas de La Sexta, apunta a este respecto: “El chiste es más efectivo cuanto más daño hace. El humor salvaje no está permitido en nuestra cultura, pero en otras, como la anglosajona, se hace humor con cualquier cosa, incluso con lo más prohibido”.
Por último, también hay quien defiende que el humor es simplemente el resultado de algún tipo de juego, y que la risa es, en realidad, una evolución del gemido que emiten los grandes simios para distinguir entre la agresión real y la que va en broma.
Carcajada animal
En el laboratorio del Centro de Terapia Molecular de la Universidad Northwestern en Illinois (EEUU), los científicos hacen cosquillas a las ratas. ¿El objetivo? Desarrollar una píldora de la felicidad y, de paso, demostrar que el humor no es algo exclusivo del ser humano.
Ya en 2005, el psicólogo Jaak Panksepp precisó que los circuitos neurológicos de la risa existen en las regiones más antiguas del cerebro. Y para demostrarlo eligió precisamente hacerles cosquillas a las ratas. Así, descubrió que estos roedores emiten los mismos chillidos cuando juegan entre ellos que cuando les hacen cosquillas.
Por su parte, la psicóloga Marina Dávila, de la Universidad Portsmouth, en Reino Unido, analizó grabaciones digitales de jadeos inducidos por cosquillas a chimpancés, bonobos, gorilas y orangutanes, y los comparó con la risa humana. “Los chimpancés y los bonobos, nuestros familiares más cercanos, tienen un jadeo más parecido a nuestra risa, mientras que los ruidos de los gorilas, más abajo en nuestro árbol genealógico, suenan menos a risa”, concluyó.
Y los primates no humanos no solo se ríen, sino que, aunque no hay pruebas de que cuenten sus propios chistes, sí las hay de que son capaces de entender el concepto de una broma. En The humor code (Ed. Simon and Schuster), el psicólogo Peter McGraw y el cómico Joel Warner cuentan la historia de Koko, una gorila de Woodside, California, con grandes habilidades lingüísticas que ató los cordones de su entrenador juntos y le instó a perseguirle.
Pero entre los humanos ¿también hay diferencias a la hora de reírnos?
De mujeres y polacos
En primer lugar, parece que hay diferencias entre sexos. Algo que la neuróloga Natalia López Moratalla achaca a la parte emocional, y no a la cognitiva: “A los varones, algo que sea absurdo les hace soltar la carcajada, mientras que las mujeres necesitan que, además de absurdo, sea divertido”.
¿Y qué hay de las diferencias culturales? Durante las últimas décadas, el sociólogo británico Christie Davies ha estudiado las expresiones humorísticas en todo el mundo, y ha llegado a la conclusión de que sí hay peculiaridades culturales.
En Japón, por ejemplo, la sociedad está tan contextualizada que no es necesario dar grandes explicaciones. Los cómicos van mucho más al grano. Sin embargo, Davies también ha detectado que tenemos muchas cosas en común: cada cultura tiene su propia versión de chistes de leperos. Ya en el Philogeos, un libro de chistes de la Grecia clásica, se metían con los de Tracia igual que los estadounidenses la han tomado con los polacos, y los finlandeses con los carelianos.
El guionista Amador Moreno me cuenta: “Cuando hacíamos el programa de El Club del Chiste, al principio nos documentábamos en internet. Cuando ya teníamos la red de lo más trillada, nos fuimos a buscar libros de chistes (unos 100), y resultó que no encontramos nada nuevo. Así que decidimos llamar a amigos en todas las partes del mundo y les pedimos que nos tradujeran chistes… y de nuevo, eran los mismos”.
Antonio Fraguas, Forges, quien acaba de publicar una recopilación de sus 50 años haciendo humor, asegura: “Desde que empecé, la base humorística es la misma, solo cambia el envoltorio. He conocido gente de todas partes del mundo, que escondía o intentaba anular su sentido del humor, pero nadie que no lo trajera de serie. El humor es inherente al ser humano. Podríamos decir que es la forma que tiene la mente de respirar”.
Y para hablar sobre humor, nadie mejor que Arturo Valls y Florentino Fernández , que tanto nos han hecho reír esta temporada en Me resbala. Esto fue lo que nos contaron en nuestra producción de portada:
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